martes, 30 de agosto de 2011

Sinatra en el Bernabéu

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"Tengo dos pasiones:la ciudad de Génova y el Genoa, el equipo de fútbol", dijo Frank Sinatra a Giorgio Calabrese. O al menos eso aseguró el compositor. "Él me habló de su amor por el fútbol cuando lo conocí en 1978". De gustar, a Sinatra también le gustaban las rubias y el Jack Daniel's reserva -sospecho que mucho más-. Sin embargo, y en lo que ocupa a este Blog, que es el fútbol, habría que buscar una explicación verosímil para que La Voz fuera un tiffosi del Genoa, club fundado por una colonia de ingleses a finales del siglo XIX.

La madre de Sinatra, Natalina Garaventa, nació en la zona de Génova. La leyenda dice que Sinatra era un asiduo al estadio Marassi al que, supuestamente, jamás faltaba cuando visitaba la ciudad. La pregunta sería...¿Por qué no cantó Sinatra jamás en el Marassi y sí en el Santiago Bernabéu?, por ejemplo.

Tifoso genoano o no, resulta curioso que el Genoa no se dé por aludido con la querencia de alguien tan especial como Sinatra: una de las mejores voces de todos los tiempos, portento italoamericano de ojos azules, amigo de Lucky Luciano y aficionado a pescar a Marilyn Monroe bebiendo, desnuda, un vaso de leche en medio de la noche -o eso cuentan, ¿Por qué leche y no Whisky con soda?-... En fin, un hombre al que podía llegar a sentarle bien todo -incluso la mafia-, el fútbol no le sería ajeno. Y sin embargo, un dato contradice el bulo histórico, o al menos lo coloca en entredicho.

En una crónica publicada en el diario El Mundo, el periodista Julián Ruiz, cuenta: "La primera vez que conocí a Sinatra fue en otro estadio de fútbol. Nada menos que el Santiago Bernabéu. ¿La fecha? La recuerdo muy bien. Entre otras cosas, porque guardo como recuerdo una entrada de silla de pista. ¿El precio? 15.000 pesetas. ¿La fecha? Jueves, 25 de septiembre de 1986". El encuentro ocurrió en el Fondo Sur. Julián Ruiz cita como testigo a su amigo Rafael Revert, también presente en la conversación.

Después de intercambiar unas palabras con el periodista español acerca de la radio -sobre la que aseguró que era, de todos los medios, la "más honesta con la música"-, parece que Sinatra preguntó a Ruiz por el Real Madrid. Supongo que Ruiz no perdería la oportunidad de alargar la conversación -quién no-, y se dispuso a hablar del tema. Cuando hubo terminado, La Voz dijo a Ruiz: "No tengo ni puta día de 'soccer'. Sí, pero me gusta el fútbol americano".

No imagino a un hombre como Sinatra declarándose objeto de tan sólo dos pasiones. Ya sólo con la música, el Bourbon y las mujeres se pasa la cuenta. Y si a eso se le suman los tuxedos. Pues bien mal va. Sin embargo, la historia envuelve con cierto romanticismo al Genoa. Incluso la mismísima Gazzeta dello Sport se hace eco de ella. Lo que me hace detenerme a pensar es, realmente, la anécdota de Julián Ruiz.

Sinatra cantó en Madrid, el 25 de septiembre de 1986, a sus 71 años. Sólo se vendieron unas 11.000 entradas de las 60.000 con las que en ese momento contaba el aforo del Santiago Bernabéu, donde se celebró el concierto. Impensable, semejante y fantasmagórica cifra sería impensable hoy, y más si contamos con el hecho de que a la presentación de Cristiano Ronaldo asistieron 80.000 aficionados, en el mismo estadio, 23 años después. Curioso y chirriante episodio. Sin duda.

jueves, 18 de agosto de 2011

Hombres que vuelven

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Desconfío de las certezas. Prefiero el desafuero. No conozco mejor forma de hacer que incendiar. Eso sí, que la llama no convierta el torrente en disturbio, ni enfríe el hierro de la sangre en boba pirotecnia. El primer gol del torneo de la Supercopa lo vi mientras hablaba con un anciano asturiano en un bar de Getino, en León. El hombre celebraba las bondades de Villa mientras yo insistía en la forma en que el Güaje se había empequeñecido desde su llegada al Camp Nou. Justo en ese momento, rodaja de lomo en mano, el delantero sentenció con un tanto de esquina a portería. Tuve que callar -y decidí callar-. No opinar ni escribir nada, hasta hoy. El último gol del torneo, en cambio, un remate magistral de Messi, lo vi anoche, en Madrid, en un bar -mi bar de fútbol, El Bú- en La Latina. Entonces volví a callar. En ambas ocasiones, el corazón me latió de rabia, belleza y furia. Una combinación perfecta de enamoramiento y despecho.

Un Real Madrid mejor plantado -demasiado mejor plantado, tanto que se fue de boca, diría yo- saltó en desventaja al césped del Camp Nou. La estrategia inicial, con más estilo que en otras ocasiones, fue asfixiar al Barcelona. En los primeros minutos del primer tiempo -sólo los primeros minutos, después se le irían las piernas y la melenaza-, un Sergio Ramos más lúcido no dio tregua a David Villa ni a un Leo Messi, que permanecía hostigado también por los centrales. En el minuto 12 de juego, el Capitán Iker Casillas extendió la pierna para despejar un magnífico centro de Pedro, que aprovechó un fuera de juego de la pulga para colocar el balón. El gol vino a los tres minutos, luego de un guiño de Messi a Iniesta. El argentino y el manchego, otra vez, motores permanentes de este Barcelona -¿por qué no comparten el balón de oro?-.

Durante todo el primer tiempo, el Madrid jugó su carta del contraataque. Para recuperar en el marcador, CR7 se hizo con la pelota tras un saque de esquina y marcó, en el minuto 20. Un Özil despierto, que comenzaría a apagarse sucesivamente, intentó rebañar la pelota en dos intentos que exigieron de Valdés más velocidad. Mientras tanto, para Xavi o Busquet parecía imposible apenas acercarse a la pelota. La presión de Mou se hizo clarísima en un primer tiempo antológico que cerró con un gol de Messi en el minuto 45. ¿Alguno de vosotros pudo ver acaso el reloj? ¿Tiempo? ¿Qué fue de esa palabra durante ese brevísimo instante de euforia y carreras que duró el aquel instante?

Con Coentrão como titular ayer en el campo, Mourihno decidió emplear a fondo los matices de su fichaje más costoso. Cambió a Khedira, subió a Marcelo y movió a Di María para así retrasar a Coentrao.¿Acertado? .. Y aunque Pepe se aplicó en una defensa embrutecida y excesivamente tensa, Iniesta encontró más aire. El juego del Madrid ganó en tensión y perdió precisión. Ramos, ya demasiado a lo suyo -ese desboque típico del cuatro- intentó en el minuto 70 un cabezazo que de haber ocurrido le habría ganado los laureles que fue perdiendo en sus carreras locas. Fue entonces cuando Mourihno hizo saltar al terreno de juego a Higüaín y a Kaká. En ese momento, en el bar se escuchó el eterno murmullo de reproche hacia el Pipita. Mientras escucho ese soniso, pienso que el público prefiere a los chulos en lugar de aquellos que trabajan y se reponen, silenciosos, a sí mismos.

En el minuto 88, el juego es esa olla de manotazos. Y el empate de Benzemá precede el salto de Cesc, el retornado, y la irrupción de Keita. Pedro y Villa se marchan, Guardiola cede el ataque entero a Messi. Llegué a pensar que Guardiola cometía un error. Las baterías de Xavi parecían bajo mínimos -la presión había sido altísima- y llegué a pensar que Messi no podría solo. Pero, claro, ahí estaba el acertijo Fábregas. El cuatro recién llegado del Arsenal trazó una pared con Adriano. Fue gracias a ese muro como Messi armó un centro desde la derecha y cerró una Supercopa antológica: rápida, feroz, potente, incendiaria... y no por los golpes de la banda, ni por la vergonzosa y despechada falta de Marcelo que devino en el triste espectáculo de la banda (aunque eso pase por mencionar el lamentable incidente protagonizado por el técnico de mi equipo, José Mourinho, quien metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova). La Supercopa fue antológica por veloz, por rara, por sobresaltada.

No me gustan las certezas. Prefiero el fútbol y el desafuero. Los incendios a las quemas. Prefiero la llama al distrubio. Las ideas a los puñetazos. Las jugadas a las escaramuzas. Empieza la temporada, otra vez con este eufórico despecho. Serán, acaso, los hombres que vuelven... No lo sé.