jueves, 17 de marzo de 2011

¿Cuántos Petit Zizou había ayer en el Bernabéu?


Si antes se sucedía a Maradona, ahora se sucede a Zidane. No es para menos. Su manera de jugar marcó un antes y un después en el fútbol de finales del siglo XX. Sobre sus hombros el Rey Pelé abrochó la insignia, también sucesora, de incluirle entre los 125 mejores de la historia. Fue elegido como mejor jugador del mundo en tres ocasiones (1998, 2000, 2003) y la UEFA lo proclamó el mejor futbolista europeo de los últimos 50 años.

Como lo fue el uruguayo Enzo Francescoli en su infancia, Zidane se convirtió en una linterna que arrojó una nueva luz para las generaciones de jugadores que crecieron viéndole tratar a la pelota con la suavidad de quien unta mantequilla en un trozo de pan. Elegante, veloz, acróbata de un fútbol preciosista -pero sin horteras florituras-. Eso es Zidane, un ídolo a través del cual es posible asomarse, también, a la sociedad europea que sobrevino al derrumbe del colonialismo y la disolución de las fronteras culturales por la vía del astro mediático.


El ex mediocentro francés comparte con Albert Camus -ese hipotético portero de literatura infalible- ascendencia argelina. Una complicada herencia en el corazón de cualquier francés. Creció en un hogar pobre, el lugar natural de los futbolistas. Ese sitio donde la vida se libra a patadas; dándolas o esquivándolas. El medio campista eligió la primera. A los 14 años se marchó al Club AS Cannes y a los 17, en 1989, debutó como profesional. Mesut Özil tenía entonces un año y Yoann Gourcuff cuatro. A ambos volantes, uno del Real Madrid y el otro del Olympique de Lyon, se les emparenta con Zidane, quien ayer compartía con los aguiluchos el mismo espacio. Él en la grada, los otros en el campo de juego.

Los tres son mediocampistas. Y sus pupilos, como Zidane, se desenvuelven velozmente en la posición de mediapunta. Para la prensa deportiva es posible reconocer tanto en el alemán Özil como en Gourcuff la gran visión de juego y los toques geniales del francés. ¿Prematuro parentesco? Podría ser...
Debido a su peso, constitución, habilidades y movimientos, muy similares a los de Zidane, Gourcuff ha sido apodado "Petit Zizou". El alemán Özil, hijo de inmigrantes -turcos-, lleva consigo también la pegatina: es ágil, rápido, y ya sea mediapunta por el centro o por la izquierda, la arquitectura del último pase es su fuerte. Sin embargo, y a diferencia del que en su momento fuera el 5 merengue, el actual dorsal 23 del Real Madrid es zurdo, una peregrina pero sustantiva diferencia.

Insisto. Hace dos noches, en el partido en el que el Real Madrid pudo, al fin, revertir el maleficio de los octavos, coincidieron en el mismo estadio el Rey y sus delfines. Irrregular todavía, casi intermitente, Özil hizo discreto honor a la herencia que muchos se empeñan en atribuirle, para muestra, el botón que cerró la noche: su pase de cabeza a Di María para el disparo, mejor dicho el tiro de gracia, que remató al Olympique en un 3-0 raro, quebrado y lleno de sobresaltos, pero 3-0 al fin y al cabo.

Gourcuff salió al campo vistiendo todavía las varias sombras de otros futbolistas: la de Juninho Pernambucano, a quien sustituyó en el club lionés, y la de Zidane ¿Se puede salir al campo con tanto peso en las botas? Gourcuff además, lleva encima, también, el estigma de quien no encuentra su sitio. No lo hizo en el A.C Milan, club al que llegó como joven promesa y de donde se marchó con unas ácidas declaraciones de Maldini a cuestas ("Gourcuff con noi ha sbagliato tutto").

En el Olympique, sin embargo, las cosas no mejoran. En Lyon se duda de la rentabilidad de un fichaje (22 millones) que esta temporada lleva apenas 3 goles en 26 partidos y que en el Mundial de Sudáfrica jugó unos pocos minutos -affaire Domenech de por medio-. Anoche, el tufillo de la sospecha volvió a impregnar al medio campista, quien a pesar de la temida potencia y precisión de sus jugadas a balón parado y su visión de juego, no anotó ni hizo posible siquiera una diana para el Olympique.



No sé yo qué tanto ni qué tan cerca de sucederle se mostraron ayer los delfines en el campo ante la mirada reposada del monarca desde el palco del Real Madrid. Özil ha dicho que no está ni cerca de la estela de Zizou y define su estilo casi como un credo que debería darnos qué pensar. Los campos de fútbol no son -nunca han sido- planas e inocentes alfombras de hierba. En ellos juegan religiones, creencias, deudas y mestizajes tanto técnicos como étnicos. Ha de ser por eso que uno, peregrino hincha, se emboba ante Los 11 de la tribu.

Mientras digiero la belleza de anoche para una crónica




Mi homenaje al alemán por su hermoso pase cabeza a Di María.
3-0
Y se acabó el maleficio

jueves, 10 de marzo de 2011

Lo acepto, a Torres el tiempo no le sobra

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Es el nueve que ficharía en un hipotético equipo de afectos. Con Fernando Torres comencé este blog -fue mi primer post- y con él he atravesado buena parte de las mayores alegrías y amarguras en el quehacer de un hincha. Su gol contra Alemania en la Eurocopa de 2008; su desinfle en Sur África; su reinado en la isla de God save the Queen y su ya largo tapete de lesiones. Fernando Torres es un Hermes sin sobre. Le corre prisa. A él, como al mensajero, "no le sobra el tiempo".

Su partida al Chelsea en un momento de hundimiento para los diablos de Anfield, me pegó como al Red más encendido. Me dolió, y mucho. Al salir el tema del chico de Fuenlabrada en la caseta del Chelsea, no faltaba quien me dijera: "Es la pasta, yo lo haría". Con su paso al Chelsea, Torres pasó a formar parte de los 6 traspasos más caros de la historia y el fichaje más costoso de un jugador español.

Sí, es cierto, cuando no tenemos 27 años y una carrera de oro, todos nos la damos de dignos. Pero igual arrastré el despecho, silenciosa y dignamente, casi más que en la ocasión en la que el ex-colchonero se despachó al Madrid diciendo que antes se casaba que fichar por el equipo merengue (valga decir que no pasaron dos meses y el chaval, por bocón, pasó por vicaría).

Chistes a un lado, y entrando en materia, hoy salió publicada en el Marca una sorprendentemente buena entrevista a Fernando Torres (Valga a decir que la excepción, esta vez, no es el delantero). En ella, el nueve se muestra honesto y directo al referirse a las razones que lo llevaron al Club de Abramovich:

"En el verano que se va Xabi Alonso me empiezo a hacer preguntas. En el Liverpool pasé mis tres mejores años como profesional y tal vez en lo personal (...) Cuando se fueron Xabi, Mascherano, antes Crouch y Arbeloa, no venían refuerzos. Me preguntaba si el Liverpool era el Club que decía su historia o era un equipo vendedor. Me decían que no se vendía a nadie y yo rechacé una oferta del Chelsea en verano (...) La marcha de Rafa Benítez era un tercer punto. La entidad era un caos con la venta (...) En muchas cosas me recordaba la Atlético: gran historia, muchas ideas... pero sin dinero hace falta tiempo. Y no me sobra".
Ochenta y tres partidos con la selección española, 62 de titular, 26 goles; Premier League: 106 partidos; 95 de titular, 75 goles; Liga Española de fútbol: 174 partidos jugados, 173 de titular, 75 goles. Que el niño Torres no quiera el Kun vaya al Madrid, me parece bien -por razones distintas a las suyas-. Que no le sobre el tiempo, lo acepto. Que nunca jamás vista de blanco eso, no sé, si pueda soportarlo.

martes, 8 de marzo de 2011

El urinario de Iniesta

Estamos de acuerdo. Arsene Wenger, el gunner mayor, guardó los cañones. Se atrincheró. Reservó los proyectiles para ocasiones que jamás llegaron. No exagera Ramón Besa al decir que el Barça jugó contra el Barça, porque si a los catalanes les costó anotar durante los primeros 30 minutos no fue porque los londinenses jugaran a la contra, sino porque permanecían, alineados, en la más clásica propuesta del calcio italiano. Defender. Defender. Defender (Amén de la Roma que se nos ha quedado fuera de esta misa que es la Champions… Requiem for a dream).

Y mientras todos, inevitablemente, hablan de Messi, el diez de platino, en el engranaje de juego culé está, siempre, el hombre que mueve las piezas: Andrés Iniesta, el fulguroso y pálido centrocampista de Fuentealbilla, quien fue anoche, una vez más, el Mutt en una esquina del ready made. Se irritará, supongo, más de uno que lea esta soez y vulgar comparación (si me falta algún adjetivo, por favor, no seáis tímidos, a por mí). Y me disculpo de antemano si hiero susceptibilidades y pedestales culturales, pero así somos los mercenarios: nos conformamos con lo mucho que nos ofrecen las cosas bien hechas y, anoche, las dos (de las muchas) intervenciones de Iniesta fueron providenciales.

Anoche, Andrés Iniesta se comportó como el artista del gesto. Escogió balones salidos de la nada, los sacó de su contexto, los enmarcó, los firmó y los convirtió en obras de arte. Sólo le faltó darles la vuelta, al más puro estilo Urinario de Duchamp. Y uno se pregunta. ¿Cómo lo hace? El robo del tacón fallido de Cesc (el gran perdedor) que terminó en gol de Messi en el minuto 45 y el regate, conducción y toque final con gol de Xavi en el 69. Boccato di Cardinale.

Volvamos, sin embargo, a los bemoles. Porque hacen falta, tanta, como la rabieta de anoche y su rebrote con periódico deportivo de esta mañana. El perdón a un penalti a Messi trajo una pésima compensación: la expulsión de V. Persie por una segunda tarjeta amarilla absurda, arbitraria y ridícula que dejó al Arsenal con 10 hombres. Pero cuando las cosas están dadas de antemano -la poca garra del Arsenal- no hay munición que valga. El Barcelona ha ganado con táctica a la tan pesada e inmóvil artillería de un Wegner que ha sido incapaz de mover sus cañones de sitio.

sábado, 5 de marzo de 2011

«No os riáis, ¡he venido para quitaros el puesto!»



Sus goles me ponen de muy mal humor, casi tanto como los del rival. Está claro que prefiero los tantos de Karim Benzemá a la derrota. Aún así, no distingo un ridículo del otro. No sé qué es peor, si retirarse con el marcador a cero, o necesitar de las ortopédicas y dificultosas maniobras del francés para no irse con las manos vacías. Así pensaba del 9 blanco hasta que lo vi marcar en el minuto 62 contra el Málaga. Un gol impresionante. Su némesis futbolítsica. Rápido. Elegante. Eficaz.

Es cierto que el ex jugador del Lyon ha comenzado una lenta redención futbolística de la mano de José Mourinho. Pero... ¿será suficiente?, ¿será cierta su lucidez? ¿Cuánta gasolina proveniente del ex City hay en ese sprint del nueve merengue? Durante la temporada 2009-2010 los números de Benzemá fueron nefastos. 13% de efectividad en 27 partidos de liga, con 160 balones perdidos y apenas 9 recuperados. El hecho de que hubiese marcado 8 goles no maquillaba su poca destreza en el campo.

La lesión del Pipita durante la temporada 2010-2011 pareció un quiebre en el desempeño del francés, sobre quien, al saltar al campo, comenzaron a volar, rápidamente, los zopilotes de la prensa, MARCA el primero y más voraz de ellos. Benzemá comenzaba a parecer una presa de titulares y la diana favorita de la antipatía madridista. Sin embargo, en espasmódicos y torpes movimientos, el nueve puso en marcha su pesada y patosa humanidad para hacer triplete contra el Auxerre y marcar contra el Ajax. A cada tanto del francés, los palmeos amistosos, casi condescendientes de sus compañeros de equipo, que le tratan más como a una mascota que como a un delantero.

Símiles a un lado, el francés parece estar sacudiéndose con fuerza, para quitarse las sospechas que llovían sobre sus hombros a cántaros hasta hace unos meses. Lo hizo contra su ex equipo, el Lyon. Y hace escasos días, en el concierto que el Madrid le propinó al Málaga, parece que el jugador, por una vez, hubiese podido tapar sus oídos al ruido de la canalla y concentrarse, al fín, en una sola cosa. El balón.

En el minuto 62 de un Málaga vencido de antemano -Mourinho pega antes de saltar al campo, y Pellegrini fue el sparring esta vez-, Benzemá aprovechó muy rápida y elegantemente. Resolvió de cabeza, en el área pequeña, gracias a un pase de Marcelo. No fue sólo la quinta Diana del Madrid esa noche, no. Fue la oportunidad de Benzemá para sembrar la duda en quienes aún le ven -le vemos- como un mastodóntico y desvalido lionés perdido entre una horda de normandos.



Benzemá tenía apenas 9 años cuando se incorporó a la academia de juveniles del Olympique Lyonnais. El chico, de origen argelino, que vivía en Bron, un pequeño pueblo cercano a Lyon, consiguió anotar 38 goles en una temporada con el equipo sub-16 y 12 goles en 14 partidos con el equipo sub-18, lo que le valió ser convocado inmediatamente a la categoría juvenil. El ascenso futbolero del chico que vivía en un barrio humilde con sus padres y sus ocho hermanos hablaba, porqué no, de un Zizú. ¿Qué tanto queda de ese chico en este hombre de melancolía presidiaria y castellano torpe?

Al momento de su fichaje por el Madrid, Benzemá era el garҫon mimado del fútbol francés. Viéndolo ahora esperar su turno en el banquillo, uno se pregunta... ¿Qué le pasa por la cabeza? Esa estampa de niño atrofiado. Su barba azul y delincuencial. Su rasurada cabeza. ¿Quién es, a fin de cuentas, este taimado delantero?

Se sabe de memoria, dicen, todas las letras del rapero francés Rohff (Rimeur Original Hardcore Flow Fluide). Se dice, también, que cultiva una estrecha amistad con Mc. Que siente sus letras de destrucción y muerte casi como si hablaran de él. Ambos han tenido problemas con la justicia, ambos se han dado de golpes -uno contra un balón, otro contra el micro- y ambos están en el centro de una arena pública que les llena los bolsillos de dinero, ¿a cambio de qué?

No puedo comprobar el dato, pero cuentan que cuando fue convocado por el entrenador del primer equipo Paul Le Guen, siendo apenas un adolescente, Benzema, tuvo que presentarse antes sus nuevos compañeros en el vestuario. Cuando entró, escuchó risas a su alrededor. "No os riáis, ¡he venido para quitaros el puesto!", soltó como quien escupe o demarca territorio, una frase hecha del mismo material con el que se construyen los minutos 62 con el que se calla la boca a una grada.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El Madrid y los números impares


Al Real Madrid no se le dan bien los números impares. ¡Ni uno solo de ellos! Un brevísimo repaso por el ábaco merengue arroja la hipótesis de una maldición arábiga sobre el conjunto blanco. ¿Será posible? Verosímil o no, la peste se esparce en todas direcciones, desde el dorsal de fichajes que no cuajan hasta un esquema de juego que sigue crudo a pesar del calor de la Liga. A siete puntos del Barcelona, cuando hace apenas unos días eran cinco, las cuentas ni cuadran ni se redondean.

El trivote de San Agustín
Si vaciar el agua entera del mar dentro de un hoyo cavado en la arena escapa del entendimiento humano de la misma forma que lo hace el hecho de que el Padre, Hijo y Espíritu Santo sean una misma persona, pues jugar un fútbol digno sin centro del campo pertenece a la misma categoría de los imponderables. ¡Sencillamente está vetado a la razón! Sin embargo, el Real Madrid arrastra el agua en su concha de mar tal y como el empecinado niño lo hacía ante la curiosa mirada de San Agustín.

El tres es un dígito que se atraganta en el esquema del mediocampo, desde mucho antes de la pretemporada. Se trata, en efecto, de una Santísima Trinidad que Xabi Alonso ha tenido que echarse a cuestas él solo y que lleva, al menos unas dos ligas, con la bombilla de emergencia fundiéndose en el tablero merengue. Al comienzo, la fuerza de Canales prometía renovación. Pero la furia sin método del chaval echó por tierra las esperanzas. Un Khedira suficiente, a veces muy justo en el adjetivo, y un Lass defensivo, excesivamente defensivo, enfriaron la cocina del juego, un juego permanentemente fracturado que ahora Mou tiene que recalentar en el microondas con un trivote que usó Capello con Emerson, Diarrá y Gago, en 2006.

Pase lo que pase, el asunto no cuaja. La masa se quiebra. En el primer tiempo del partido contra el Olympique de Lyon, los merengues emplearon un juego suicida: mediocampo defensivo, con contraataque a balonazos y carreras forzadas a cargo de Özil y CR7, como si la intención fuese morir de agotamiento y furor en lugar de romper el marcador.

Mano de póker o el aguafiestas sin calculadora
Las últimas ligas se han perdido, justamente, en los derby. Como si los puntos anotados por los blaugrana en la portería de Casillas hubiesen trazado surcos en el ánimo del Madrid, incrustándose como tachuelas. Sin embargo, y a pesar de encajar balones, hasta ahora pocos derby habían resultado tan incómodos para el Madridismo como el 5-0 del pasado noviembre. No porque fuera el primero, porque como ese resultado ya han ocurrido cuatro en el Camp Nou, uno de ellos con Cruyff como jugador, en la Liga 1973-1974.

El problema de la impar goleada fue, primero, la pasividad de un equipo que ese día tenía en su afilada dentadura a CR7, al ágil Di María y al, cuando lo desea, atorrante, veloz e incansable Özil, que presiona cada jugada como si fuera única. Pero peor aún, mucho peor, resultó que tal impar infortunio ocurriese en la gestión Mourinho, el hombre que arrebató al Barcelona la Champions League el año pasado y que llegó al Madrid con las credenciales del aguafiestas de Guardiola.

El nueve, el bendito nueve

Que Karim Benzemá se haya redimido primero en partidos discretos, luego frente Auxerre y finamente frente al Lyon no significa que sea un buen jugador. Ya era tiempo de dar algún tipo de señal... de vida. Casi dos años después de su fichaje, el francés se vio obligado a acelerar sus lentos progresos debido a la lesión del Pipita.

Esta vez, no había escapatoria, tenia que mostrar hechos relativamente convincentes, es decir, la menor cantidad de resultados nefastos a los que solía tener acostumbrada a la afición: mal control del balón, pases equivocados, tiros inexactos a Cuenca, ¡perdón!, quise decir a puerta. Pero el problema con el nueve no se limita al dorsal del francés, sino a la posición como tal. Es cierto que Mourinho y otros de sus predecesores han pedido, varias veces, un nueve clásico que no termina de llegar y que, por los vientos fríos del fichaje de invierno que pasó, no viene. Toca tirar del carro a ver si el Madrid pasa de la novena a la décima.