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Durante la semana previa al debut de la selección en la
Eurocopa se especuló sobre dos cosas: si España sería rescatada por el BCE y
sobre cuál sería el nueve que Vicente del Bosque escogería para sustituir a David Villa en el
partido contra Italia en el Arena
Gdansk, en Polonia.
Mientras el presidente de Gobierno se acomodaba la corbata
en la tribuna, el míster y sus once hombres saltaron al
campo con lo puesto. Ni Torres, ni Negredo, ni Llorente, pero sí con Cesc y
Silva como falsos nueves. Sin ningún hombre visible a quien perseguir, la Roja
debía esparcirse y conquistar espacios. Pero un inusual 3-5-2 de los italianos –¡Ay, Draghi!- desdibujó a la oncena
en el área contraria, adonde, a veces, la selección española iba a parar cual espesa compota anegada,
o en otras, iba a darse de bruces sin poder colocar los pases al ariete
ausente, al delantero puro. Vamos, al nueve.
En los primeros 45 minutos del encuentro, Cesc se quedó sin
brújula, náufrago, mientras el resto de la oncena se desdibujaba al romper, una
y otra vez, contra el área contraria. A su alrededor, dos hombres remaban con
brío pero sin brazos para llegar al área de los italianos: el otro falso nueve
David Silva, con el 21, y Andrés Iniesta, con el dorsal número seis.
Al día siguiente del partido, la portada del diario El País publicaba las declaraciones del
presidente de gobierno sobre porqué debía considerarse el rescate a la banca
española como una bendición y una llamada a las páginas deportivas, donde el
reportero Ramón Besa, en una nota más que laudatoria, comparaba a Iniesta, el
seis de la selección, con Zidane.
Exageraba y a la vez acertaba el reportero al referirse así
al hombre-fútbol, el que es capaz de colocar un pase en profundidad con la
fuerza de un torbellino y la discreción de un bailarín. Es cierto que en el Arena
Gdansk, el gol lo marcó Cesc. Pero un carburante constante estuvo, invisible en
ocasiones, resplandeciente en otras, tras cada jugada: Iniesta. Visto al revés,
su dorsal parece un nueve. Lo parece.No porque se comporte como tal, sino porque el efecto orquesta que surte su juego así lo produce.
Durante la semana previa al debut de la selección en la
Eurocopa se especuló sobre dos cosas: si España sería rescatada por el BCE y
sobre cuál sería el nueve que Vicente del Bosque escogería para sustituir a David Villa en el
partido contra Italia. Ese mismo sábado hubo rescate, Del
Bosque no llevó ariete al Arena Gdansk, en Polonia y al delantero puro le salió
al paso uno, si se quiere menos destilado, pero sí de mucho mayor
graduación.
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