Aunque parezca que lleva razón, Carlin se equivoca. Otra vez.
Siempre ha existido una, pero ahora más y probablemente mucho más esplendorosa,
primavera española. No necesariamente una relacionada con la Puerta del Sol,
pero sí relacionada con la política, porque, por muy propagada que se encuentre
la costumbre de hacerle asco, la política, aunque no de partidos, está en todas
partes, incluyendo las camisetas de fútbol.
Carlin, el británico más andaluz que pueda existir sobre la
faz de la tierra, en pleno fin de semana del Ecofin, ha escrito el que sea,
probablemente, el artículo de opinión más lamentable de toda su carrera
periodística. Para referirse a la espléndida calidad del fútbol español, explica
el columnista de El País que los cuatro finalistas de las dos grandes
competiciones europeas, la Champions y la Europa League, serán españoles. Eso
no tiene nada de falso ni descabellado. Hasta ahí va bien.
El empacho patriotero se agrava cuando hace trampa Carlin y
comienza a mezclar peras con manzanas. Entonces narra Carlin que un
partido de UEFA disputado en Alemania entre el Athletic de Bilbao y el Schalke04 hubo seis goles. Uhum. Y que de esos seis la totalidad había
sido anotada por jugadores nacidos
en España. “¡Cómase estas, señora Merkel!”, remata como pataleta en contra de
la canciller alemana, dando a entender que con la interjección la malvada
funcionaria tiene su merecido por oprimir con sus medidas a la España que Carlin redime con el
fútbol, como si en algo tuviera que ver.
Y es ahí donde no sé si lo que dice Carlin es para taparle
la boca con celo primero y después preocuparse o primero preocuparse y después
taparle la boca con celo. Algo en el
habla patriotera de Carlin me recuerda, con sus enormes distancias claro
está, a los discursos de la década de los ochenta, cuando a los serbios se les
hacía creer que eran una raza superdotada para la acción y el deporte, pero
humillada por las potencias extranjeras.
"Algo en el habla patriotera de Carlin me recuerda a década de los ochenta cuando a los serbios les hacían creer que eran una raza superdotada para el deporte, pero humillada por las potencias extranjeras"
Esto digamos, también es exagerar , pero pensando en la reciente polémica sobre los guiñoles de Canal Plus y la sobre-reacción de los medios
-y los ministros- españoles, comienzo a preguntarme si no será cierto, acaso, que el tema redime
o comienza a ser utilizado por España como un instrumento de compensación por
sus otras pequeñeces -o lo que ella percibe como sus pequeñeces- económicas,
culturales o políticas.
El fútbol es una ciudadanía. Éste no surge ni se articula
como reacción ni como reafirmación. No esta hecho para mantener a raya a nadie.
Roberto DaMata -un estudioso del fútbol como fenómeno cultural brasileño-
afirma que cada sociedad tiene el fútbol que merece, pues deposita en él una
serie de cuestiones y demandas que le son relevantes.
Si aplicamos ese análisis a lo que nos ocupa, se puede decir
que Alemania ha sido tres veces campeona del Mundo, mientras España acaba de
lograr su primer título. Eso no quiere decir que sea mejor o peor,
sino que acaba de conseguirlo y si lo ha hecho ha sido justamente gracias al
trabajo constante durante las tres décadas posteriores al mundial de 1982.
Todo este tiempo ha tardado en gestarse esa primavera que
estalla ahora, y que parece que lleva toda la vida instalada en la palestra
pública, porque además coincide con la sofisticación local de la Liga –no sólo
en el Real Madrid y el FC Barcelona, sino también otros clubes- y el
florecimiento de una generación de jugadores profesionalizados cuya competición
en ligas extranjeras como la Premier (Fernando Torres, Degea, David Silva) o la Bundesliga (Raúl González) eleva el perfil de un
fútbol cada vez mejor.
El discurso redentor de Carlin no sólo es futbolísticamente
vago y poco riguroso en su artículo de este domingo, sino que además, se presta
al populismo y alienta la charanga y pandereta con buenas raciones de confeti
barato que a nadie beneficia, ni a la grada ni a los jugadores. Primavera sí,
española también. Pero no así Carlin. No así.
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