Debí de haber escrito esta
crónica mucho antes, pero hay cosas que deben desactualizarse para poder ser
escritas con alguna corrección, que no toda, pero al menos una cierta dosis. El miércoles 29 de febrero, la selección española jugó en Málaga un amistoso
contra la selección venezolana.
Los primeros 20 minutos, España hizo lo que suele de un tiempo a esta parte en los amistosos:
demorarse, perder el tiempo, desajustarse, dar vueltas en su propio eje hasta
que, al fin, se recuerda a sí misma, recupera las bandas y vuelve a ser la
grande de siempre.
Pero no es de España de quien
voy a hablar en este post. De ella de habla mucho, y con razón. En ella se
resume lo mejor del actual Barcelona con una buena dosis propia de toque e
impulso que ninguna otra selección actual posee. Así que no será ella el
tema.
En esos mismos 20 minutos que
utilizó España para recomponer su juego, la selección venezolana jugó un
excelente, aunque rígido, cambur
pintón. Entiéndase por cambur pintón (*) el acorde básico que aprenden los niños en las lecciones iniciales de
cuatro, un instrumento típico venezolano parecido a la guitarra pero que en
lugar de seis tiene, como su nombre, cuatro cuerdas.
El primer tanto de Andrés Iniesta fue el comienzo
de una colina en bajada que desinfló a la oncena venezolana. Es verdad. Sin embargo,
me gustaría quedarme con los primeros 20 minutos, con los atisbos de fútbol que
ese lapso hizo evidentes.
No vendré a decir aquí que
inventar el agua tibia es un mérito, pero ya poner en práctica y perfeccionar
el agua tibia en un combinado que ensaya su propia fe me parece importante. Una
defensa rígida, casi de árboles plantados, produjo un juego demasiado
conservador y aburrido, es cierto.
Pero ese mismo juego
inflexible, sin laterales capaces de subir a atacar fue también la causa de un
juego digno, elegante, que permitió un primer tiempo de pocas ocasiones pero también de
pocos errores que consiguió aguarle la fiesta en varias oportunidades a Iniesta
y Llorente.
Hernández, un portero valiente, autor de paradas limpias, firmes y decididas, fue capaz de parar
un penalti al “retornado” estrella de la selección para este año, Soldado. Es
cierto que eso no le impidió al valencianista hacer hat-trick, pero no es lo
mismo parar un penalti que encajar un gol.
Hubo jugadores que una vez más
demostraron ser producto de una rutina y un quehacer disciplinado, que no de un
genio futbolístico sobrenatural, pero es justamente de ahí de donde provendrá
la excepcionalidad: del trabajo. Me refiero a Vizcarrondo, Amorebieta, Miku,
Rondón –muy aplaudido por la afición, en su estadio del Málaga, donde juega- …Sin contar además a un Juan Arango con menor condición física pero más maduro, tal y como lo demuestra su reconocimiento como el segundo jugador con más asistencias acertadas en la Bundesliga.
Que el resultado fue cinco a
cero. Eso no es lo relevante. Lo que me parece realmente importante es la cada
vez más evidente apuesta por una técnica. Actualmente, Venezuela se encuentra
entre los cinco mejores equipos de Suramérica y se enfrentó al Campeón del
mundo. Ese es un escenario que hace 10 años era impensable.
Estamos llamados a trabajar. Y
yo veo trabajo. Veo a veces un 4-3-2, en otras un 4-2-3, que se mantiene demasiado
rígido pero justamente para no tropezar en la falta de perspectiva. Cambur pintón,
sí. Para el polo margariteño todavía falta y queda mucha uña por raspar todavía.
(*) Los primeros acordes en segundo plano de esta canción reproducen lo que es un cambur pintón.
(*) Los primeros acordes en segundo plano de esta canción reproducen lo que es un cambur pintón.
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