lunes, 20 de junio de 2016

Todo comenzó en Amberes

Selección Española de Fútbol. Juegos olímpicos de Amberes, 1920. (Foto ePinterest: Jorge Vázquez. Retrogoals)

Corre el año 1920 y el comité olímpico español va a enviar por primera vez en su historia una selección de fútbol a un campeonato internacional. Zamora, Pichichi, Pagaza, Belauste o Samitier acuden convocados en medio de tensiones, recelos y la poca fe que acompaña su partida. Inspirada en hechos reales, la novela Jóvenes promesas (Planeta) de Juanjo Díaz Polo narra los inicios del fútbol y el olimpismo a través de la voz de Elena, la idealista hija de Pepe Díez, un veterano cronista deportivo que ve frustrado el sueño de contar el debut de la selección a causa de una enfermedad degenerativa que afecta su memoria. Así que será ella quien escriba la gesta de un equipo en el que nadie creía y que debutó con medalla de plata Amberes.
La Furia Roja, aquel equipo que parte a librar un campeonato en el que los favoritos son Inglaterra y Noruega y ellos parecen no pintar nada
Guionista de distintas series de televisión, largometrajes y documentales comoCervantes, la búsqueda, Juanjo Díaz narra los inicios de La Furia Roja, aquel equipo que parte a librar un campeonato en el que los favoritos son Inglaterra y Noruega y ellos parecen no pintar nada. Todo luce cuesta arriba hasta que consiguen ganar a Dinamarca  por 1–0 con un tanto de Patricio Arabolaza. Aquel fue el primer gol oficial de la historia del combinado español. Hay ternura y cierta épica en esta novela. El viaje a Bélgica se hace en vagones de tercera clase, durmiendo en los duros asientos de madera y comiendo embutidos de hatillo. En Amberes, la selección se aloja en unas escuelas cuartel, duermen en camas de niños y apenas reciben comida.  Son los años en los que la profesionalización del fútbol era vista como una ofensa contra los valores deportivos. Albañiles, estudiantes, administrativos, un zapatero, un tendero, un gruista, un sastre, un perito, un abogado… Así son los hombres que regresarían convertidos en estrellas. Y aunque casi un siglo separa esta historia en el presente, algo resulta familiar al leer sus páginas.
Nadie estaba seguro de cómo debía hacerse una selección, por la sencilla razón de que nunca se había hecho, pero todos hablaban del asunto como acostumbran a hacerlo los periodistas, sentando cátedra.
—Hay que llevar a un equipo entero, que ya esté conjuntado, como el Arenas de Guecho. Si acaso, con algún refuerzo.
—Pues para eso que vaya el Barcelona, que por algo es campeón de España y ha demostrado ser el mejor.
—No, hombre, no…En Amberes se jugará en campo húmedo. Tendrían que ir el Athletic de Bilbao, la Real o el Unión de Irún, que están habituados.
—En el fútbol hay que conocer al compañero, convivir. Y estos que han seleccionado no se conocen ni de vista.
Papá zanjó el asunto:
—Para conocerse están los bailes. Y para saber cómo juega el otro bastan los entrenamientos, ¿o no? A una Olimpiada hay que mandar a los mejores, como hacen los países serios. ¿O mandamos al equipo del Gasómetro, que esos sí que se conocen bien, porque viven juntos en la colonia?
Entre medias, el lector se encuentra con los artículos que Elena Díez escribe utilizando en nombre de su padre. Sus crónicas sobre los afortunados de Amberes gustan y revelan la historia del grupo desde dentro, gracias a su contacto cercano con los jugadores, sobre todo con Zamora y su mejor amigo, Pep Samitier. El padre de Elena cree que las crónicas las ha escrito él mismo; su cada vez más maltrecha memoria le impide distinguir realidad de ficción. Sin embargo,  Elena no lo revelará nunca. La historia está llena de anécdotas y hechos reales arropados por la ficción, una de ellas la que protagonizó  el jugador del Barcelona y de la selección Agustín Sancho, albañil de oficio ya en Bélgica. En plena concentración, Sancho llega tarde un entrenamiento. ¿Las razones?  Pues…  de camino al estadio pasó por una obra, los albañiles le parecieron unos chapuceros, así  se quitó la chaqueta y se puso a levantar un muro él mismo. ¡Tan mañoso le vieron que quisieron contratarlo! Paco Bru, el primer seleccionador, le prohíbe tajantemente que trabaje, aunque Sancho  ya se veía sacándose unas pesetas entre partido y partido.
De camino al estadio, Sancho pasó por una obra. Los albañiles le parecieron unos chapuceros, así  se quitó la chaqueta y se puso a levantar un muro él mismo
En los primeros momentos el ambiente interno del equipo es un infierno, a eso se suma los problemas entre los federativos y los no pocos reveses que deben enfrentar. Son los años de un futbol  que entonces se jugaba con un portero, dos defensas, tres centrocampistas y cinco delanteros; el uno–dos–tres–cinco, que llamaban “el sistema perfecto”—.  En ese esquema juegan los 21 jugadores que viajan a Bélgica: Zamora y Eizaguirre de porteros; Arrate, Otero, Carrasco y Vallana de defensas, Samitier, Artola, Belauste, Sancho, Eguiazábal y Sabino de centrocampistas; y Pagaza, Moncho Gil, Sesúmaga, Pichichi, Ramón González, Patricio, Vázquez, Gómez-Acedo y Silverio, como delanteros.
La derrota contra Bélgica con un marcador 3–1 pincha el sueño del oro y divide al equipo, que  a pesar de eso endereza  rumbo y derrota a Suecia 2-1 con goles de Belauste y Acedo que remontaban el gol inicial sueco; vence a Italia gracias al doblete de Félix Sesúmaga y finalmente vence a  Holanda el 3–1 con goles de Sesúmaga, por partida doble, y el último gol es de Pichichi. La selección española de futbol se alza con la medalla de plata en su primera participación de la historia. Una novela épica a la vez que tierna, una foto de familia de la España remota de aquellos años. Ya lo decía Bill Shankly (29-09-1981), uno de los entrenadores más célebres, respetados y recordados en la historia del fútbol, el hombre que colocó Y¡This is Anfield en los vestudarios del campo del Liverpool: “Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso”.

domingo, 2 de marzo de 2014

Va por ti, Trueba



Un equipo que no estafa al fisco, que no compra fútbol a golpe de talonario. Un equipo que ha dejado de llorar, que se resiste al dorsal ‘pupas’ que le distinguía. Eso ha sido el Atlético de este domingo. Para una merengue como quien escribe, los errores del tipo Ponferradina de Bale espichan –un poco más- la blanca esfera que cuando enseña las costuras ofende. A un Modric y un Xavi Alonso siempre dignos, el Diego López de esta jornada les opaca.Sin hablar de un Casillas que caducaba en el banquillo como los yogures en un microondas.
Acostumbrado a plantar cara al BarÇa y a derretirse con los blancos, el Aleti de hoy ha hecho del derby madrileño lo que solían ser los clásicos. Un equipo que se abre camino despeinando el césped, corriendo como los buenos, sudando como deben hacerlo los que están cansados… de no ganar. Parece, sí, que una liga de tres podría terminar empapada en neptuno. Y si así fuese, no me molestaría.
El Aleti que soñó con su primera victoria como local en 15 años -desde 1999  no lo consigue- casi consuma con el gol de Gabi, pero un Cristiano siempre mecánico mantuvo el liderato de una liga que estaríamos obligados a ganar, porque ya va siendo demasiada la pausa entre uno y otro título. 
Y lo que parecía magnífico volvió en contra. La primera pegada de los blancos, con el gol de Benzemá, alborotó al mejor Atlético y dejó en paños menores a un Madrid empastelado en su propio merengue. Los colchoneros obligaron a Ancelotti a retocar la alineación. Y de ahí en adelante comenzó la cacería… de balones.
Acérrima anti-colchonera desde hace años, el Cholo me ha enseñado, a respetar. Bajo su dirección, el aleti  ofrece la mejor versión de un equipo  del que sólo me gustaba el hecho de que David Trueba fuera hincha -que alguien tan lúcido fuera rojiblanco era una señal de algo bueno-.
Un Isco que hace lo que el lubricante, encendió el motor dormido de unos blancos que hoy, con el perdón de la hinchada, se nos puso pálido con los apaches. Esta noche, es verdad, dormimos líderes. Pero si Delgado Ferreiro hubiese pitado el penalti de Ramos a Costa -entre otras lindezas de lado y lado-, los dulces sueños se los habrían llevado los colchoneros. ¡Salud, Trueba!

lunes, 6 de mayo de 2013

Boa futbolera se despierta en un terrario



Llevo un año sin escribir de fútbol. Doce meses con un empacho severo, como una boa tendida al sol que intenta digerir una docena de balones. En todo ese tiempo, el maestro Gutiérrez no ha resucitado futbolísticamente, Messi ha ganado cuatro balones de oro consecutivos, el Liverpool continúa su racha oscura en el séptimo lugar de la Premier y todavía continúa sin ser escrita la novela canónica del fútbol.
Un año raro, grisáceo, plúmbeo. Un año cenizo. El Real Madrid alcanza su tercera campaña sin sobrepasar las semifinales de la Champion League, José Mourinho ha hecho todo lo posible por cargarse a Iker Casillas y el Niño Torres ya no forma parte de las convocatorias de Del Bosque.
365 días y un poco más. Sergio Ramos ha marcado cuatro goles, uno más que la temporada pasada -esta vez afianzado como central y faltando cuatro jornadas-; Puyol ha jugado 13 partidos, la mitad de los que disputó el año pasado con el Barcelona; Cristiano Ronaldo ha metido 200 balones como merengue; el Real Madrid lleva un total de 89 goles en Liga, 32 menos que el año pasado y en esta Liga de Campeones tres equipos españoles llegaron al sorteo de cuartos –no ocurría desde la temporada 2002/2003-.
No están mal los números para poner fin a la sequía y sin embargo, un raro sabor a nada se me queda pegado entre los dientes. Quedan cuatro jornadas de liga, la final de la Copa del Rey y la Champion League. No hay muchas opciones para condimentar la temporada y sin embargo, algo me dice que va siendo hora de salir del terrario.#QueDiosNosAgarreConfesados

lunes, 11 de junio de 2012

Un seis, al revés, es un nueve


_
Durante la semana previa al debut de la selección en la Eurocopa se especuló sobre dos cosas: si España sería rescatada por el BCE y sobre cuál sería el nueve que Vicente del Bosque escogería  para sustituir a David Villa en el partido contra  Italia en el Arena Gdansk, en Polonia.
Mientras el presidente de Gobierno se acomodaba la corbata en la tribuna,  el míster y sus once hombres saltaron al campo con lo puesto. Ni Torres, ni Negredo, ni Llorente, pero sí con Cesc y Silva como falsos nueves. Sin ningún hombre visible a quien perseguir, la Roja debía esparcirse y conquistar espacios. Pero un inusual 3-5-2 de los italianos –¡Ay, Draghi!- desdibujó a la oncena en el área contraria, adonde, a veces, la selección española  iba a parar cual espesa compota anegada, o en otras, iba a darse de bruces sin poder colocar los pases al ariete ausente, al delantero puro. Vamos, al nueve.
En los primeros 45 minutos del encuentro, Cesc se quedó sin brújula, náufrago, mientras el resto de la oncena se desdibujaba al romper, una y otra vez, contra el área contraria. A su alrededor, dos hombres remaban con brío pero sin brazos para llegar al área de los italianos: el otro falso nueve David Silva, con el 21, y Andrés Iniesta, con el dorsal número seis.
Al día siguiente del partido, la portada del diario El País publicaba las declaraciones del presidente de gobierno sobre porqué debía considerarse el rescate a la banca española como una bendición y una llamada a las páginas deportivas, donde el reportero Ramón Besa, en una nota más que laudatoria, comparaba a Iniesta, el seis de la selección, con Zidane.
Exageraba y a la vez acertaba el reportero al referirse así al hombre-fútbol, el que es capaz de colocar un pase en profundidad con la fuerza de un torbellino y la discreción de un bailarín. Es cierto que en el Arena Gdansk, el gol lo marcó Cesc. Pero un carburante constante estuvo, invisible en ocasiones, resplandeciente en otras, tras cada jugada: Iniesta. Visto al revés, su dorsal parece un nueve. Lo parece.No porque se comporte como tal, sino porque el efecto orquesta que surte su juego así lo produce.
Durante la semana previa al debut de la selección en la Eurocopa se especuló sobre dos cosas: si España sería rescatada por el BCE y sobre cuál sería el nueve que Vicente del Bosque escogería  para sustituir a David Villa en el partido contra  Italia.  Ese mismo sábado hubo rescate, Del Bosque no llevó ariete al Arena Gdansk, en Polonia y al delantero puro le salió al paso uno, si se quiere menos destilado, pero sí de mucho mayor graduación.

domingo, 10 de junio de 2012

García Montero tira del hilo con el que se cose 'Un balón envenenado'

_


Hubo quienes dijeron que Zidane jugaba en verso, y aunque podríamos darnos por servidos con la sola evocación de Zizou, no es ésa la única mixtura entre fútbol y poesía. La relación entre ambas tiene ya tiempo y páginas escritas.

Rafael Alberti, con su Oda a Platko tras la final de Copa del Rey que enfrentó al Barcelona y a la Real Sociedad en 1928 es uno de los puntos de partida más concurridos y visitados para contar esta filia futbolística y literaria. También lo es, claro, la Contraoda que escribió el poeta de la Real Sociedad, Gabriel Celaya, cuya enorme pasión por los donostiarras hizo que el día de su muerte los jugadores de la Real salieran a jugar con brazaletes negros en un partido ante el Athletic.

No son esos los únicos episodios (ni versos), tampoco estos. Pero vale la pena contarlos. Luis Alberto de Cuenca llegó a decir que la edad se mide según los jugadores que uno ha visto pasar. Miguel Hernández dedicó su Elegía al  guardameta al portero de Orihuela, su tierra; Nicanor Parra en su poema Noticiero, 1957 habló de la destreza y el destino de la selección chilena; Clara Janés creyó escuchar oraciones en las alineaciones y Neruda, en Los jugadores, vertió denuncia social ahí donde sólo se suponía que un grupo de hombres jugaban con un balón.

Poeta y amante del fútbol, Luis García Montero reúne lo más afinado de las voces poéticas que han escrito sobre este deporte en Un balón envenenado, una antología poética de Visor que reúne los versos que han dedicado distintos poetas, desde el ya mencionado Rafael Alberti hasta un más contemporáneo  Miguel Ávila Cabezas, de cuya selección el autor de Habitaciones separadas (1994) e Intimidad de la serpiente (2003) habla en esta entrevista.

-¿Cuánto ha cambiado (y de qué forma) la relación poesía-fútbol desde la Oda a Platko de Rafael Alberti a los versos que escribe, por ejemplo, Miguel Ávila Cabezas sobre David Beckham?
-El fútbol empezó siendo una novedad que llamó la atención a la poesía de la vanguardia. Por ejemplo, la Oda a Platko, con la que mantuve una relación muy estrecha porque hice mi tesis doctoral sobre Rafael Alberti,  representaba esa atención ante la nueva épica que era el deporte. Eso fue modificándose en el tratamiento poético, según la situación y el papel del fútbol en la sociedad. Se puede ver en la posguerra: hay poemas que cantan a un fútbol modesto; otros desde la perspectiva de la poesía social, incluso hay poemas que lo critican, como una manera de manipulación ideológica.
-La cercanía en el tiempo ha generado, incluso, un poeta menos contemplativo para sustituirlo por un poeta hincha.
-Sí. Hasta cierto punto se ha normalizado. Hoy día existen los poetas que son muy aficionados al fútbol y que lo usan como una parte más de su vida; hay otros que se lo toman más a broma. Que si España gana la Eurocopa. O pierde.
-En la literatura no existe, por ejemplo, una gran novela sobre el fútbol. En cambio, el género que parece más cercano, plásticamente, es la poesía, ¿por qué?
-El fútbol es un espectáculo de sensaciones inmediatas y de fulgor, quizás por eso se ha relacionado más con la poesía.  Existe un famosísimo ensayo de Pasolini en el que dividió el fútbol en dos:  el fútbol poesía y el fútbol prosa. El fútbol poesía, que sería el fútbol más creativo, es el que se detiene en el juego, el que sería el de la selección brasileña de hace unos años y el que viene a jugar ahora la selección española. El fútbol prosa sería  el que busca, por encima del juego, la eficacia del resultado .
-También decía Pasolini que el “máximo goleador es el mejor poeta del año” . A propósito de eso, del once futbolístico, ¿cuál es para usted la posición más literaria, la que se presta más al quehacer poético?
- Creo  que hay dos personajes muy poéticos, y que están en las dos puntas del campo. Está el delantero centro,  que es capaz de meter el gol y cerrar la juagada en un momento determinado, y el portero. La soledad el portero ante el penalti, la soledad del  portero como última barrera también recuerda la poesía. La soledad del portero es poética. Y en ese sentido es lógico que algunos de los poemas dedicados al fútbol, como el de Alberti o el de Miguel Hernández, vayan dedicados al portero.
-Se sabe que usted es del Granada y también del ¿Real Madrid, cierto?
-Yo soy un niño de provincias y los niños de provincia tenemos doble infancia, y como yo siempre quise subir a primera división y tener un pie entre equipos grandes... Por eso soy socio del Granada y del Real Madrid...
-¿Qué jugadores de los históricos del Madrid le resultan entrañables?
-No llegué a ver jugar a Di Stefano. Pero también me gusta Velázquez , siento especial gusto por Guti.
-Un centrocampista como pocos al que se echa de menos.
-Sí, un jugador díscolo,  muy irregular y con una personalidad extraña , alguien que me ha mocionado mucho en el campo. Decía hace poco Valdano que el último gran sobresalto que ha tenido en el campo,  se lo produjo el taconazo de Guti a Benzemá . Ha habido tantas veces en las que Guti me ha dado tanto.
-En la alineación, ¿existe una posición que le despierte más entusiasmo?
-Últimamente soy muy partidario del juego en equipo. La sensatez futbolística que creo que la trajo a España Cruyff y la Masía en Barcelona construyó una manera de entender el fútbol que la estamos disfrutando mucho en la selección española , donde todo el mundo a la vez defiende y ataca pero, si hay que quedarse con algo, quizás me quedo con esa visión de campo de Iniesta, que saliendo desde atrás crea huecos y envía balones.
-Para cerrar, y volviendo a la poesía, ¿por qué Un balón envenenado?
Por el doble significado que puede llegar a tener. Los aficionados al futbol sabemos que el balón se envenena:  esos disparos que parecen fáciles de parar, pero comienza a cambiar el rumbo de esa jugada que parece fácil y acaba dentro de la portería o al contrario, ese balón que parece que va dentro y resulta que no entra. Me pareció una expresión que servía  para hablar del veneno del fútbol . Más allá de los problemas sociales, de las crisis, los aficionados al futbol sentimos el veneno de este juego y nos emocionamos cuando toca partido.

domingo, 1 de abril de 2012

No Carlin, así no.

_


Aunque parezca que lleva razón, Carlin se equivoca. Otra vez. Siempre ha existido una, pero ahora más y probablemente mucho más esplendorosa, primavera española. No necesariamente una relacionada con la Puerta del Sol, pero sí relacionada con la política, porque, por muy propagada que se encuentre la costumbre de hacerle asco, la política, aunque no de partidos, está en todas partes, incluyendo las camisetas de fútbol.
Carlin, el británico más andaluz que pueda existir sobre la faz de la tierra, en pleno fin de semana del Ecofin, ha escrito el que sea, probablemente, el artículo de opinión más lamentable de toda su carrera periodística. Para referirse a la espléndida calidad del fútbol español, explica el columnista de El País que los cuatro finalistas de las dos grandes competiciones europeas, la Champions y la Europa League, serán españoles. Eso no tiene nada de falso ni descabellado. Hasta ahí va bien.
El empacho patriotero se agrava cuando hace trampa Carlin y comienza a mezclar peras con manzanas. Entonces narra Carlin que un partido de UEFA disputado en Alemania entre el Athletic de Bilbao y el Schalke04 hubo seis goles. Uhum. Y que de esos seis  la totalidad había sido  anotada por jugadores nacidos en España. “¡Cómase estas, señora Merkel!”, remata como pataleta en contra de la canciller alemana, dando a entender que con la interjección la malvada funcionaria tiene su merecido  por oprimir con sus medidas  a la España que Carlin redime con el fútbol, como si en algo tuviera que ver.
Y es ahí donde no sé si lo que dice Carlin es para taparle la boca con celo primero y después preocuparse o primero preocuparse y después taparle la boca con celo. Algo en el  habla patriotera de Carlin me recuerda, con sus enormes distancias claro está, a los discursos de la década de los ochenta, cuando a los serbios se les hacía creer que eran una raza superdotada para la acción y el deporte, pero humillada por las potencias extranjeras. 
 "Algo en el  habla patriotera de Carlin me recuerda a década de los ochenta cuando a los serbios les hacían creer que eran una raza superdotada para el deporte, pero humillada por las potencias extranjeras"
Esto digamos, también es exagerar , pero pensando en la reciente polémica sobre los guiñoles de Canal Plus y la sobre-reacción de los medios -y los ministros- españoles, comienzo a preguntarme si no será cierto, acaso, que el tema redime o comienza a ser utilizado por España como un instrumento de compensación por sus otras pequeñeces -o lo que ella percibe como sus pequeñeces- económicas, culturales o políticas. 
El fútbol es una ciudadanía. Éste no surge ni se articula como reacción ni como  reafirmación. No esta hecho para mantener a raya a nadie. Roberto DaMata -un estudioso del fútbol como fenómeno cultural brasileño- afirma que cada sociedad tiene el fútbol que merece, pues deposita en él una serie de cuestiones y demandas que le son relevantes.
Si aplicamos ese análisis a lo que nos ocupa, se puede decir que Alemania ha sido tres veces campeona del Mundo, mientras España acaba de lograr su primer título. Eso no quiere decir que sea mejor o peor, sino que acaba de conseguirlo y si lo ha hecho ha sido justamente gracias al trabajo constante durante las tres décadas posteriores al mundial de 1982.
Todo este tiempo ha tardado en gestarse esa primavera que estalla ahora, y que parece que lleva toda la vida instalada en la palestra pública, porque además coincide con la sofisticación local de la Liga –no sólo en el Real Madrid y el FC Barcelona, sino también otros clubes- y el florecimiento de una generación de jugadores profesionalizados cuya competición en ligas extranjeras como la Premier (Fernando Torres, Degea, David Silva) o la Bundesliga (Raúl González) eleva el perfil de un fútbol cada vez mejor.
El discurso redentor de Carlin no sólo es futbolísticamente vago y poco riguroso en su artículo de este domingo, sino que además, se presta al populismo y alienta la charanga y pandereta con buenas raciones de confeti barato que a nadie beneficia, ni a la grada ni a los jugadores. Primavera sí, española también. Pero no así Carlin. No así.