En las últimas jornadas de liga, y la mayoría de los encuentros de Champions League, sobre la feligresía merengue se posa una iluminación. Parece que en cada jornada, el Real Madrid perfecciona su juego. Es como si, de pronto, los jugadores no pertenecieran a sus propios cuerpos sino al lugar que ocupan en el campo.
Dependiendo del orden y la posición de una pieza, la armonía de una obra asciende o se quiebra, lo mismo que ocurre en todos los lenguajes: desde la matemática hasta la música. Una posición adelantada puede ser tan desafortunada para quien la perpetra como para quien la ignora o la permite -¿les dice algo el último San Siro?, tal y como los malos poetas que se hacen aplaudir por sus aún peores lectores.
Después de dos temporadas desastrosas y tras cambiar de entrenadores cinco veces en cuatro años, el Real Madrid parece justificar, al fin, su nívea indumentaria. Y lo hace siguiendo los axiomas por los que la mayoría de los filósofos y los estetas han perdido la cabeza, ya sea por la vía de la voluntad o la guillotina: la matemática, la esfericidad y la blancura. ¡Que Goethe nos agarre confesados, porque yo de Roncero estoy sinceramente cansada!
Si Dios está en las matemáticas, el credo madridista baja del Photocall del Olimpo y se gana su aureola a patadas con las estadísticas. Cito: En el partido de ida contra el Milan, las ocasiones totales de gol de los italianos fueron 8, ¡ocho ocasiones de hechas por 11 hombres a lo largo de 90 minutos! En ese mismo tiempo, en el mismo partido, tan solo Cristiano Ronaldo hizo la misma cantidad de ocasiones de gol.
Pero dejemos a un lado a Cr7, demasiado contaminado mediáticamente. Citemos a Sergio Ramos, defensa merengue, segundo capitán del Madrid e internacional con la selección española. Ramos es el lateral que más balones roba en la Liga: uno cada 7 minutos.
El dígito de la temporada… Özil, el medio ofensivo izquierdo, que ya suma 14 partidos entre Liga y la Champions - 12 de ellos como titular- . A lo largo de todo estos encuentros, el benjamín ha marcado 4 goles, ha participado en 4 asistencias de gol, efectuado 18 disparos y 9 disparos a puerta. Su juego es tan potente como la órbita de sus ojos raros y el efecto barrido de sus veloces regates.
Enamorada y salvaje, la grada del Bernabéu, tan dada a la pedante y aristócrata mueca del forofo ofendido, más de una vez se ha puesto de pie para aplaudir a este joven de 22 años que sin saber hablar una palabra de español parece entender a la perfección un juego que a Benzemá le ha costado –y seguirá costándole- meses o años, para deletrear. Y he allí mi segundo axioma. La esfera estética, en este caso más cortaziana y arquitectónica que mística, entre otras cosas porque la época de Los ángeles blancos ya pasó… ¿Verdad Carlin?
El blanco, considerado en el código del arte y el pensamiento occidental como la máxima presencia de luz, la metáfora del conocimiento como vía para llegar a la perfección, el éxtasis religioso o la pureza, es el color que viste a esta oncena. Y vale -seamos sinceros-, estos señores puede que no destaquen por las virtudes de un Santo Tomás o las iluminaciones de un San Agustín y, sin embargo, esferizan lo plano.La alineación en la que sintonizan Di María y Özil logra lo que en su momento hizo el arco romano, a fin de cuentas una abreviada circunferencia, con las primeras iglesias románicas: descargar el peso de los gruesos muros, permitir la aparición de columnas y los posteriores arcos ojivales, un tipo de estructura cuyos nervios permitían sostener el peso de la construcción y dejar libres las paredes para la aparición de enormes ventanales. Las iglesias se llenaron de luz. Las catedrales se estiraron como peticiones y en ellas entraron los rayos del sol intervenidos por el juego de los rosetones y los vitrales.
Esa es la luz que ha entrado en Chamartín. Con un extremo como Di María, que ayuda a defender y descarga a los laterales, y un medio menos patoso –bendito con el polivalente Xabi Alonso- dotado de un juego más creativo, el Real Madrid es capaz, ahora sí, de ganar por knock out.
Decía Cortázar al referirse los cuentos, que un relato, para ser tal, debía poseer una esfericidad, una capacidad para atarlo todo a medida que cobraba forma. Así, una vez que se acercaba su fin, todo en la historia cobraba un pasmoso y envolvente sentido; de ahí la teoría del argentino de que mientras el cuento ganaba por knock out, la novela lo hacía por puntos. Pues así está este Madrid, esférico, como un artefacto del Cronopio Mayor.
He visto catedrales elevarse por encima de mi diminuta y hueca cabeza. He conocido las versiones restauradas de basílicas que, se supone, lucían de otra forma al momento de ser construidas, pero algo en esta noche de camorra e injusticia –veo el partido de vuelta, Milán-Madrid- me muestra en el minuto 90, con el gol de Pedro León, a un equipo que eleva catedrales, para que entre ellas toda la luz y, por qué no, el silencio de las posibilidades en el alma de los que aún desean.
Creo que es poco objetivo.
ResponderEliminarPuede que así sea Ines, no niego ciertos afectos. Pero el Madrid ha embellecido su juego como hace mucho no lo hacia. Casi ganamos en San Siro, de no ser por ese pésimo arbitro.
ResponderEliminarTodavia pienso uqe hace falta KK!!!!...
ResponderEliminar¿Tú crees?
ResponderEliminarEse se lo va a tener que currar un montón con Özil.Además, la lesión tuvo que ser muy profunda y no podemos pedirle maravillas ...
Grande el artículo, muy grande.
ResponderEliminarMuchas gracias Cristóbal, muchísimas gracias.
ResponderEliminarPienso que la lesión fue grave,pero he visto jugar a KK desde que estaba en el são paulo, tiene muchísima calidad, pero no es santo de la devoción del Papa negro...
ResponderEliminarEn completo desacuerdo contigo. El Madrid no juega, el Madrid aplana. No tiene la pelota, sólo la usa para meter gol. Y si, Ozil es bueno, Di María es muy bueno, pero verles jugar sólo de a ratos, de arranques e individualidades me da fastidio.
ResponderEliminarY todavía falta verle jugar con su archi-enemigo.
Saludos,
J.
Carlos tienes razón... confío en tu ojo más que en el mío. Kaká fue, sigue y esperemos que siga siendo el mediopunta que fue de rosso-nero, porque de merengue no fue todo lo que pudo, primo.
ResponderEliminarY Juan Carlos, en eso sí coincido contigo, ese complejo de marea que suele tener el Madrid -sobre todo en su recuperación de balones-. Yo, que cada día me vuelvo más pro- Ózil, a veces me asombra su vaivén... de Di Maria me molesta que a veces sea tan chupón, como lo fue contra el Milán en la ida, un solo defensa, tres jugadores de su equipo, el tío se metió por la vía más compliada con tal de no hacer el pase...¡Fue para matarlo!
En eso estoy completamente de acuerdo con ustedes.
Y sí, tenemos que vernos con el archienemigo y su juego de memoria....