domingo, 18 de diciembre de 2011

Josep Pedrerol: "Hacemos televisión para la gente, no para los que se creen intelectuales de este negocio"


Es un hombre que viene de la radio. Y se nota. Josep Pedrerol comenzó, a sus 19, en los servicios informativos de Ràdio Barcelona (Cadena Ser). Hoy dirige y presenta Punto Pelota, programa estrella de Intereconomía Tv. Sobre esta especie de late night show del balompié, capitaneado por Pedrerol desde hace casi cuatro años, se ha editado recientemente un libro homónimo escrito por Miguel López Serrano que recoge las anécdotas y polémicas de una tertulia que reporta a la cadena de Julio Ariza una de sus mayores cuotas de audiencia.
El carácter de Pedrerol suele ser intolerante y ácido, sus expresiones lapidarias y sus juicios demoledores. De sobra conocidas han sido sus polémicas con todo tipo de personajes, desde el jugador de baloncesto Pau Gasol, pasando por el director de Gol TV José Joaquín Brotons hasta el mismísimo Siro López (ver vídeo), colega y colaborador en su programa.
Después de una experiencia de más de 14 años en Canal Plus y tras presentar el Mirador del Deporte en Punto Radio, además de su paso por muchos otros medios, este periodista apostó en 2008 por la TDT -un terreno en aquel entonces árido e incierto- al convertirse en presentador en Intereconomía Tv del programa Punto Pelota, donde comparte con Tomás Roncero, José Damián González, Elías Israel o Carme Barceló lo que algunos ven como un circo romano de 2 horas y media.
A Pedrerol las críticas, dice, le traen sin cuidado y sale al paso a quienes le acusan de forofo y exaltado con una respuesta seca y directa: "Hacemos televisión para la gente, no para los que se creen los intelectuales de este negocio". Sobre éste y otros temas ha hablado con Vozpópuli el actual Director General de Deportes de Intereconomía.
-Falta poquísimo para el próximo Real-Madrid Barcelona, un clásico al que habéis dedicado maratones de 18 y hasta 22 horas ¿Llegaréis a las 24 horas en este clásico?
-Por supuesto. Nosotros llegaremos y el público va a intentarlo con nosotros en otra fantástica locura. Ellos reirán, llorarán y sufrirán como nosotros. El público estará más cerca de nosotros que nunca.
-Dicho esto, hablemos del libro. ¿De quién fue la idea de llevar a cabo esta especie de biografía del programa?
-De cuatro editoriales diferentes que estuvieron persiguiéndonos durante meses. Nosotros no entendíamos ese interés pero el éxito de la primera edición demuestra que Punto Pelota tiene magia gracias a la complicidad con la gente
-¿Cuál ha sido, desde su punto de vista, la clave del éxito de Punto Pelota? ¿La excesiva energía de sus tertulianos? ¿La incansable diatriba entre Roncero y Barceló? ¿Qué hace a Punto Pelota especial?
-Sin duda, yo... (risas). Lo demás son complementos. No, el éxito está en ser una gran familia, en poner el programa por encima de intereses particulares. Quien no ha entendido eso ha salido del programa. Además, aquí no hay actores. Nos mostramos como somos. Hay parejas antagónicas fantásticas como Carme o Roncero o Damián y Siro pero también tenemos la suerte de contar en estos momentos con la mejor redacción de España, por lo menos a mí así me lo parece
-Se comentan muchas cosas en el libro, sin embargo, para quienes aún no lo han leído, podríamos dar algunas postas de lo que ahí se cuenta. Por ejemplo: ¿Cuál fue el contundente comentario de Higuaín tras la entrevista en el programa?
-Una frase despectiva que no voy a descubrir aquí. La de Higuaín fue una de las entrevistas más tensas que recuerdo a lo largo de mi carrera, una de las más. El libro desvela secretos, los momentos alegres y los más duros.
-¿Cuál es, a día de hoy, el programa que atesora con más cariño? Ya sea por lo impactante, por el personaje que asistió, por lo que ocurrió esa noche.
-Sin duda, recuerdo el final del primer maratón en Barcelona. Yo estuve sin dormir veinticuatro horas pero no fui el único. Mucha gente se dejó el alma en aquella locura. Tuvimos todos los problemas técnicos del mundo pero lo superamos. El final fue muy emocionante. Se había cumplido el objetivo. Después de aquello ya éramos capaces de todo.
-Desde su punto de vista de qué forma ha cambiado el fútbol. Me refiero a lo que cultura de masas se reviere. El fútbol es mucho más que un deporte –siempre lo ha sido- pero ahora tiene un aura envolvente, globalizada. ¿Qué piensa?
-El fútbol, como la información, es global. Punto Pelota no es más que la adaptación a una realidad social. La gente quiere participar en la información y las redes sociales son las grandes protagonistas de la actualidad. Punto Pelota se ha dado a conocer y ha crecido gracias al apoyo de la gente joven a través de internet
-¿Quiénes considera que han sido sus influencias como presentador? ¿Alguna figura en especial?
- Yo era un fan de radio y aprendí escuchándola a todas horas. Luis Del Olmo fue mi referente. De la radio aprendí lo que quería hacer y lo que no quería ser. El hecho de que mis padres tuviesen una empresa de electrónica también ayudó algo.
-Para algunos aficionados e incluso también para los periodistas deportivos, Punto Pelota es un programa difícil de valorar. Para algunos, sus tertulianos excesivamente forofos e incluso un poco exaltados. ¿Es cierto o no entienden el concepto del programa?
- Los aficionados sí entienden el programa. La mayoría nos entienden y forman parte de él. Para los críticos de televisión somos un filón y para los profesores de Facultad un argumento facilón. Hacemos televisión para la gente, no para los que se creen los intelectuales de este negocio.

(Importante) Entrevista realizada expresamente  para el digital Vozpópuli y pulicada en este Blog como reproducción de la misma. SI quiere leerla completa, visite www.vozpopuli.com

domingo, 27 de noviembre de 2011

No es un milagro, es Higüaín

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Hasta hace unos meses, muchos lo deban por descartado. Pero Gonzalo Higuaín, delantero del Real Madrid, que sufrió una lesión bastante grave en la espalda, celebró ayer su victoria número cien con los merengues.

Hace rato que el argentino está de vuelta, pero ayer, lo estuvo más que nunca. En su partido contra el Atlético de Madrid y también en su encuentro con el Valencia en Mestalla, el argentino demostró que es puro hueso y corazón.

Richard Fessler, el doctor que intervino en Chicago al argentino de una hernia de disco, dijo que el futbolista había tenido "mucha suerte". ¿Suerte? No sé yo.

Higuaín necesitó tres meses y medio par volver a jugar al fútbol. Y volvió a lo grande, metiendo goles de tres en tres. Después de sus encuentros en Octubre de este año contra el Espanyol y el Betis, el argentino se convirtió en el sexto jugador en la historia del Real Madrid en marcar 2 Hat-Tricks en 2 partidos seguidos de liga

Si tenemos en cuenta que Higüaín fue operado el 11 de enero de 2011, algunos podríamos caer en la tentación de invocar a la suerte o a los santos. Pero no. Este hombre se la juega. Lo hizo al dejar atrás un tratamiento conservador que durante 60 días intentó acabar con una lesión que finalmente tuvo que ser eliminada en el quirófano. La dura recuperación, la lucha por su puesto de delantero contra BEnezemá. Insisto: a él nadie le ha regalado nada.

Cada día estoy más convencida. El tercer hijo del defensor argentino Jorge Higuaín y hermano del también futbolista Federico Higuaín no le debe nada a nadie. Todo se lo ha ganado él solito, incluso en contra de una opinión pública y una hinchada igualmente mezquina que jamás le han dado ni un centímetro de tregua.

Ayer, en su partido frente al Atlético de Madrid, el Pipita marcó un gol de los buenos. De los bonitos. Se lo montó él solo. Después de un drible hermoso contra Asenjo, y de hacerse un pase que le permitió rematar, marcó el cuarto.

A él nadie le monta las jugadas. Él se las busca. Las construye. Las crea. Es, a todas luces, un grande y lo es, justamente, porque no se jacta ni humilla a nadie con su talento. Con su trabajo y su valentía le basta. Siendo apenas un jovencillo en el River PLate, el Madrid invirtió en él 13 millones de euros, una cantidad que el argentino ha amortizado, y con creces, con elegancia, estilo y mucho trabajo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El jugador número doce


Es el único de la alineación que jamás será objeto de especulación para técnicos o periodistas. Suele jugar en todas las posiciones. Tiene una capacidad de anticipación superior a sí mismo. Defiende el área como los antiguos líberos, conecta pases invisibles que sólo él es capaz de distinguir a más de 50 metros de distancia, desde la portería organiza a los centrales; dependiendo del anfiteatro que ocupe. Amonesta a los laterales que suben demasiado.

Resucita los despoblados centros o las peladas bandas cuando hay sequía de juego. Evita el pelotazo aéreo y somnoliento. Imparte lecciones de justicia a los árbitros, cátedras de urbanidad a los adversarios y hasta cursos de fútbol a los técnicos del banquillo. El jugador número 12 es el mejor y más completo de los futbolistas. Sus estadísticas son infalibles, aunque pocos lleven nota de ellas.

Todo lo que hace es por la oncena. Y lo hace por gusto. Nadie ha asegurado sus enclenques pantorrillas de las empinadas escalinatas ni sus desaforados trepadores. Tampoco están aseguradas sus inflamadas laringes. Nadie ha fichado sus corazones para que latan temporada tras temporada. A ellos nadie les paga por amar el balón, tampoco les han reclutado para que fuesen seguidores fieles, pateadores insistentes de un balón afectivo. A diferencia de los árboles plantados en la cancha, los hombres a veces convertidos en abetos, el jugador número doce no piensa en dinero. Piensa en juego, porque la vida que lleva, por muy amarga o empalagosa, coge otro sabor al calzarse los zapatos de multitud, ese pasaporte a la euforia que alguien sella cuando el balón golpea la red.

Nadie les da nada a cambio, excepto los noventa minutos que juegan con botines anónimos. En su libro Dios es redondo, el mexicano Juan Villoro explica el fútbol como aquello que ocurre a la vez “en la hierba y en la agitada conciencia” de quienes lo observan. Nadie mejor que Villoro para explicarlo. “El hombre en trance futbolístico recupera una porción de su infancia, el reino primigenio donde las hazañas tienen reglas pero dependen de caprichos y donde algunas veces, bajo una lluvia oblicua o un sol de justicia, alguien anota un gol como si matara un leopardo y enciende las antorchas de la tribu”. La misma a la que Nick Hornby da vida en su hincha del Arsenal en Fever Pitch.

Alrededor del césped, el jugador número doce ha dado furiosas y solitarias carreras Aún estando fuera de la cancha, entra en ella a la fuerza. Sintiendo en la suya todas las soledades, es el testigo. Es el eufórico y el desdichado, sí, pero el que tendrá que marcharse al fin y al cabo. Su partido es interminable. Es el uno a uno. Su suelo no acaba en el estadio. Le sigue adonde vaya, como si lanzara penaltis contra sí mismo, arrastrando la portería desde el estadio a casa. Escalón a escalón, trepando el metro como quien llega a un patíbulo del propio pecho, gritando, siempre, gritando. Para volver a empezar, otra vez.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Y a los tres días, Ramos resucitó

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Está pidiendo, a gritos, que le dejen de central. La posición en la que originalmente parecía invisible, el lugar que parecía atarle los cordones impidiéndole desbocarse por la banda, será, finalmente en el que le haga, al fin, un futbolista.

Cuando Sergio Ramos llegó al Real Madrid procedente del Sevilla, tenía que enfrentar dos tareas tan complicadas como remotas, una, heredar el dorsal de Hierro y, dos, hacerle honores. Lo primero lo consiguió con relativa facilidad. Vistió la camiseta; y listo. Lo segundo le ha tomado más tiempo.

Irregular. Imperfecto. De dedos escurridizos -en especial cuando trofeos se refiere-. En Liga, Ramos ha pasado temporadas enteras de ausencia, de completa y absoluta invisibilidad. Pero el sábado pasado, Ramos volvió en sí.

Durante la jornada número once de la Liga BBVA, el defensa sevillano volvió a ser el jugador que algunas veces ha demostrado ser. Fuerte, directo, tosco. A su estilo. A su manera. Pero esta vez con una dosis extra de concentración.

Ungido por la reciente lucidez de su posición como central, Ramos no sólo cortó los contraataques de la Real Sociedad. No se limitó el 4 merengue a recuperar balones o subir oportunamente para limar las asperezas de un ataque incompleto. No sólo a eso se dedicó Ramos, sino a ésas y muchas otras cosas. Se dedicó Ramos, insisto, a jugar al fútbol. UN fútbol total, que se dejó las botas en el regate por la banda. Un fútbol de veras. Un fútbol despierto y comprometido.

La noche en que Leo Messi calló los rumores ociosos con un hat-trick -uno, dos, tres, y toma ya-, Sergio Ramos despertó de un largo y prolongado sueño de fútbol chicha que aburría por igual a sus seguidores y detractores. Quienes hemos seguido sus pasos, quienes le hemos visto crecer y al día siguiente achicarse, pudimos disfrutar de un Ramos total, tan macarra como efectivo, tan frontal como omnipresente.

Pide a gritos que lo dejen de central, aunque él todavía no lo advierta. Le queda a Ramos, entonces, su segunda y demorada tarea: ocupar el lugar de Hierro y hacerlo suyo, finalmente suyo.

viernes, 21 de octubre de 2011

Mi madridismo es como las lentejas de los lunes

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No he dejado de verlo ni un minuto, que quede claro. Sigo cometiendo las mismas fechorías. Evito quedar los días de Champions. Martes y miércoles, de 20.45 en adelante, me importan las cosas justas, es decir: quién sigue de titular en las alineaciones y si queda Heineken en mi nevera. No lo voy a negar: sigo padecienco la enfermedad del fútbol. Ni me he regenerado, ni nada. Me reservo los sábados de las seis hasta las 23; de ahí en adelante, lo que queráis. Los domingos, a partir de las cinco, idem. Insisto. No ha cambiado nada y, sin embargo, no me apetece.

Es verdad. No me apetece. Ver fútbol me sigue gustando -y un montón- pero hablar sobre fútbol, como en su momento me pasó con la literatura, me da una pereza tremenda. Las exaltadas discusiones en las que jamás estoy de acuerdo -pasa lo mismo con los novelistas que con los centrocampistas-. Las jugadas que a todo el mundo parecen novedosas pero que a mí no me dicen nada -excepto el FC Barcelona, pocas cosas me sorprenden-.

Que si el gol de Benzemá contra el Olympique. Que si Özil se va a poner o no las pilas con la resurrección de Kaká. Que si Mou tiene o no que googlear los nombres de los adversarios del Barcelona. En fin, que mi madridismo está en su momento de menos fe. Y no porque haya dejado de ser hincha merengue, sino porque el poco fútbol que me ofrece sufre lo mismo que los menú del día. Son siempre lo mismo.

Así como el lunes se sirven lentejas, comienzo a acostumbrarme a que en Champions se sirva Benzemá. De la misma manera que podría adivinar el burdo arroz a la cubana de los viernes, comienzo a anticipar los estados de ánimo de Mourinho, tan vulgar y aburrido últimamente.

Que estamos haciendo una temporada excepcional en Champions eso nadie lo niega. Que la liga parece un poco más lamentable, creo que tampoco me lo podréis rebatir. Y sin embargo, algo le pasa a mi madridismo perezoso que comienza -como las parejas cuando se van a ir al traste- a buscar afecto y diversión por otros lados.

Quien lea hasta aquí podrá pensar que el fútbol, o mi noción de fútbol, se restringe al Real Madrid. Y no. No es así. Pero también es cierto que para el universo de futboleros, el balón de las conversaciones se reparte entre culés y merengues. Con los segundos nadie discrepa -son unos hijos de puta o unos cracks, dependiendo de la objetividad del interocutor-, pero con el Madrid, la cosa cambia. Hay que meterse de lleno, a brazo roto, en una erótica de la especulación y la táctica.

Y por alguna razón, cuando toca batirse, peco de flojera. Me doy disimuladamente la vuelta. Miro de reojo ese cuenco de lentejas frías en que se me convierten las biciletas de CR7.

domingo, 25 de septiembre de 2011

A él lo escribió Cortázar en un sueño

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Una amiga se refirió a él como un cronopio. Eso dijo Sandra en respuesta a mi actualización de estado del Facebook, donde escribía -después de ver al diez azulgrana en su partido contra el Atlético de Madrid- que un jugador como Messi sólo podría haber sido inventado por Borges. Y ahora que doy vueltas al tema, aún embobada por su apoteósico gol final, pienso que Sandra tiene razón. Messi es un cronopio. Un espíritu lúdico e incomprensible.

Escritas Las historias de Cronopios y Famas –un Libro de Manuel, qué digo, de manual, para entender a Julio Cortázar- , en 1962, esta breves fábulas se convirtieron en la sucursal literaria de Cortázar, un hombre de altura increíble y literatura explosiva. Alguien capaz siempre de ganar por puntos y por knockout. Un escritor capaz de todo, y más. Alguien a quien pueden perdonársele todas las panfletariadas y los desatinos. Un hombre alto, de gruesas gafas de pasta y afición a los gatos. Un hombre capaz de inventar el cielo con una Rayuela perfecta. Y no es que Borges no lo hiciera. Es distinto. Es diferente, como Lionel Messi.

Los cronopios y él, el cronopio mayor, llegaron al mundo del relato breve para distinguirse por su poética infalible. Por ser seres capaces de inventar el mar dentro de un frigorífico o de afeitar una manzana con la dulce rozadura de sus acciones. En su texto Viajes escribe Cortázar para diferenciarlos de los Famas:

Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.

Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.

Enonces pienso que sí. Que Messi es un cronopio en toda regla. Un hombre a quien sólo su silencio basta. Alguien que no necesita jactarse de nada distinto de su soliptismo. Ese estado raro de trance que toca a los genios y les permite negociar con el mundo. A Messi le da igual -o así parece- el mundo que está más allá del campo. Lo ve, supongo, como un trámite, una especie de pecera con su ruido de sancedeces y pichichis. Saltar al campo es, supongo, su manera de desentenderse. Entonces, sólo entonces, ocurre lo que vemos. el futbolista argentino hace lo que el escritor compatriota: partirte el corazón de arrebato y belleza, con la limpieza de las buenas puñaladas. Coge el balón, uno sólo... eso, ¡un balón! Ese objeto de cuero que entre sus pies se vuelve loco.

Sábado 24 de septiembre. El Otoño ha entrado como una dulce y menos cálida pasión. Miro el fútbol. La boca me arde de guindillas. Y veo lo que veo (y pensé que había visto ya demasiado). El diez se escapa. Pega carrera. Regatea de derecha a izquierda hasta que su piececillo izquierdo , su nimio y potente pie, golpea el balón hasta llevarlo a la red en el minuto 90.

Y para redundar con el verbo. Para confirmar que no hay palabras suficientes en el diccionario para su juego. Para eso, para confirmar que describirle es imposible, cito al Pep Guardiola: “Messi no se explica, se ve”. Así de claro, como una bofetada o un beso tornillo. Como un golazo cuando habíamos visto ya dos –o tres, porque Messi forzó el balón en propia puerta-. Doce tantos en trece partidos contra el mismo Club, los colchoneros. Once veces hacedor de un hat-trick.

No me cabe duda. "Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres". No me cabe duda, a este chico lo escribió Cortázar en sueños.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Querido Zidane, dos puntos

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Mourinho me aburre. Khedira me aburre. Florentino me aburre. Marcelo me aburre. Sergio Ramos me aburre. Mourinho vuelve a aburrirme. Lass me aburre. Di María me aburre. CR7 me aburre. Coentrao me aburre. Pero Murinho me aburre soberanamente más.

Amablemente,
La KSB

sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Nos sirve gato el Mou?



El madridismo es, lo sabemos, un desamor. No hay otra forma de hacerse merengue distinta al agrio afecto de las remontadas épicas y las, a veces, millonarias macarradas (a confesión de parte...). Compruebo el mal de amores de mi afición mientras bebo una caña en El Pulpo -el que, sospecho, podría ser mi bar de Champions-. Como el partido, la cerveza está más amarga que de costumbre; también algo debilucha, como un agua empozada que no amenaza con alegrar a nadie. Y sin embargo, la bebo. Como al partido. Hoy es la primera jornada de Champions para los blancos, que esta noche visten de rojo. Aún así, el Madrid, como el sifón de este bar, no termina de apretar tuercas al Dynamo de Zagreb.

Un niño con un rastro irregular de vello en el bozo da gritos. Desde su banqueta, el joven proyecto de hombre da indicaciones imaginarias a Mourihno. Pero el técnico luso no está hoy en el banquillo, sino enjaulado en una cabina de cristal desde donde ve el partido con su acostumbrado gesto cenizo de disgusto y desprecio. Avanza la noche. El chico a mi lado da voces, protesta la alineación, también la actuación arbitral y los (muchos) desaciertos de Coentrao.No para el chaval de pronosticar una derrota en el campo Maksimir. Yo, mientras tanto, no paro de preguntarme por la larga siesta que Özil duerme en el área.

Uno, dos... ¡ouch! Uno, dos... ¡uyyyyy! Uno dos, "me cago en..." Hago la cuenta de los pases y los toques que da el Real Madrid al balón. El promedio no llega a tres seguidos. Uno, dos... patadón. Uno, dos... patadón. A ver si cuela, a ver si entra. A ver si... Después de un primer tiempo casi tan leve como la cerveza que (mal)bebo, y en el que lo único sorprendente es el color de nuestra equipación, un solitario tanto de Di María adecenta el marcador.

Comienzo a acostumbrarme a este burocrático juego de contraataque, cuando el camarero me sirve una mini-hamburguesa. Miro el plato. Sospecho para el aperitivo la misma suerte que la cerveza y, porqué no, la de este partido. Nos acostumbra Mourinho al sucedáneo. Al juego pret-á-porter en lugar del traje de sastre que deberíamos vestir en cada encuentro. Se la guisa el portugués de una manera muy rara: pocos ingredientes, desabrida sazón y una manía cada vez más evidente de vendernos como solomillo los pases con los que el equipo remata un servicio que equivale a una dura y desabrida pata de gato.

Repasemos. Esta temporada, el Madrid tiene como mayor fichaje a Coentrao. Un jugador que ni juega de mediocentro ni es capaz de hacerse con la posición, y que no se cansa de dejar solo a Xabi Alonso -hoy ligeramente Red en el corazón portátil de mi Liverpool-, cada vez parece más solo ante el peligro. Özil, que ahora viste el diez -un dorsal al que le escatima, a veces, los honores-, parece haber contraído un envejecimiento acelerado que le obliga a ir andando tras el balón. Se afina Benzemá, es cierto, con un entusiasmo creciente que le hace ir a por la pelota y recupera algo de la garra demasiado limada que hoy sacamos en los encuentros fuera de casa. Sin embargo, algo falta.



Una defensa algo tosca que juega al derribo se adecenta sin embargo con los cada vez más necesarios Pepe y Carvalho, que en el primer encuentro de Champions han tenido intervenciones providenciales, mientras Ramos -menos propenso a subir por la banda en este encuentro- carboniza en el asador toda la carne de su juego de choque. Marcelo, por su parte, promete una colorida colección de tarjetas como siga con ese desafuero macarra -después de ese pase eficaz, atento, a Di María-con el que no sólo deshace sus evidentes progresos defensivos sino también el resultado total del equipo.

Finaliza el encuentro. Ocurren los tres pitazos mortales después de cuatro minutos de prórroga. Y me quedo mirando mi caña como quien contempla una rara ración de solomillo en un chino de Gran Vía. ¿Es este el Madrid que debería de ganar la Champions? A veces pienso que, como los jubilados, aumento mi propensión a la añoranza. A la tentación de fichar al José María Gutiérrez del último taconazo o al Zidane del golazo contra el Bayern Leverkusen. Entretanto, sostengo mis cubiertos afilados mientras miro con recelo esta rara presa de gato; inspecciono, indigesta, el tobillo de Cr7 y me relamo con el próximo Milan-Barcelona.

martes, 30 de agosto de 2011

Sinatra en el Bernabéu

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"Tengo dos pasiones:la ciudad de Génova y el Genoa, el equipo de fútbol", dijo Frank Sinatra a Giorgio Calabrese. O al menos eso aseguró el compositor. "Él me habló de su amor por el fútbol cuando lo conocí en 1978". De gustar, a Sinatra también le gustaban las rubias y el Jack Daniel's reserva -sospecho que mucho más-. Sin embargo, y en lo que ocupa a este Blog, que es el fútbol, habría que buscar una explicación verosímil para que La Voz fuera un tiffosi del Genoa, club fundado por una colonia de ingleses a finales del siglo XIX.

La madre de Sinatra, Natalina Garaventa, nació en la zona de Génova. La leyenda dice que Sinatra era un asiduo al estadio Marassi al que, supuestamente, jamás faltaba cuando visitaba la ciudad. La pregunta sería...¿Por qué no cantó Sinatra jamás en el Marassi y sí en el Santiago Bernabéu?, por ejemplo.

Tifoso genoano o no, resulta curioso que el Genoa no se dé por aludido con la querencia de alguien tan especial como Sinatra: una de las mejores voces de todos los tiempos, portento italoamericano de ojos azules, amigo de Lucky Luciano y aficionado a pescar a Marilyn Monroe bebiendo, desnuda, un vaso de leche en medio de la noche -o eso cuentan, ¿Por qué leche y no Whisky con soda?-... En fin, un hombre al que podía llegar a sentarle bien todo -incluso la mafia-, el fútbol no le sería ajeno. Y sin embargo, un dato contradice el bulo histórico, o al menos lo coloca en entredicho.

En una crónica publicada en el diario El Mundo, el periodista Julián Ruiz, cuenta: "La primera vez que conocí a Sinatra fue en otro estadio de fútbol. Nada menos que el Santiago Bernabéu. ¿La fecha? La recuerdo muy bien. Entre otras cosas, porque guardo como recuerdo una entrada de silla de pista. ¿El precio? 15.000 pesetas. ¿La fecha? Jueves, 25 de septiembre de 1986". El encuentro ocurrió en el Fondo Sur. Julián Ruiz cita como testigo a su amigo Rafael Revert, también presente en la conversación.

Después de intercambiar unas palabras con el periodista español acerca de la radio -sobre la que aseguró que era, de todos los medios, la "más honesta con la música"-, parece que Sinatra preguntó a Ruiz por el Real Madrid. Supongo que Ruiz no perdería la oportunidad de alargar la conversación -quién no-, y se dispuso a hablar del tema. Cuando hubo terminado, La Voz dijo a Ruiz: "No tengo ni puta día de 'soccer'. Sí, pero me gusta el fútbol americano".

No imagino a un hombre como Sinatra declarándose objeto de tan sólo dos pasiones. Ya sólo con la música, el Bourbon y las mujeres se pasa la cuenta. Y si a eso se le suman los tuxedos. Pues bien mal va. Sin embargo, la historia envuelve con cierto romanticismo al Genoa. Incluso la mismísima Gazzeta dello Sport se hace eco de ella. Lo que me hace detenerme a pensar es, realmente, la anécdota de Julián Ruiz.

Sinatra cantó en Madrid, el 25 de septiembre de 1986, a sus 71 años. Sólo se vendieron unas 11.000 entradas de las 60.000 con las que en ese momento contaba el aforo del Santiago Bernabéu, donde se celebró el concierto. Impensable, semejante y fantasmagórica cifra sería impensable hoy, y más si contamos con el hecho de que a la presentación de Cristiano Ronaldo asistieron 80.000 aficionados, en el mismo estadio, 23 años después. Curioso y chirriante episodio. Sin duda.

jueves, 18 de agosto de 2011

Hombres que vuelven

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Desconfío de las certezas. Prefiero el desafuero. No conozco mejor forma de hacer que incendiar. Eso sí, que la llama no convierta el torrente en disturbio, ni enfríe el hierro de la sangre en boba pirotecnia. El primer gol del torneo de la Supercopa lo vi mientras hablaba con un anciano asturiano en un bar de Getino, en León. El hombre celebraba las bondades de Villa mientras yo insistía en la forma en que el Güaje se había empequeñecido desde su llegada al Camp Nou. Justo en ese momento, rodaja de lomo en mano, el delantero sentenció con un tanto de esquina a portería. Tuve que callar -y decidí callar-. No opinar ni escribir nada, hasta hoy. El último gol del torneo, en cambio, un remate magistral de Messi, lo vi anoche, en Madrid, en un bar -mi bar de fútbol, El Bú- en La Latina. Entonces volví a callar. En ambas ocasiones, el corazón me latió de rabia, belleza y furia. Una combinación perfecta de enamoramiento y despecho.

Un Real Madrid mejor plantado -demasiado mejor plantado, tanto que se fue de boca, diría yo- saltó en desventaja al césped del Camp Nou. La estrategia inicial, con más estilo que en otras ocasiones, fue asfixiar al Barcelona. En los primeros minutos del primer tiempo -sólo los primeros minutos, después se le irían las piernas y la melenaza-, un Sergio Ramos más lúcido no dio tregua a David Villa ni a un Leo Messi, que permanecía hostigado también por los centrales. En el minuto 12 de juego, el Capitán Iker Casillas extendió la pierna para despejar un magnífico centro de Pedro, que aprovechó un fuera de juego de la pulga para colocar el balón. El gol vino a los tres minutos, luego de un guiño de Messi a Iniesta. El argentino y el manchego, otra vez, motores permanentes de este Barcelona -¿por qué no comparten el balón de oro?-.

Durante todo el primer tiempo, el Madrid jugó su carta del contraataque. Para recuperar en el marcador, CR7 se hizo con la pelota tras un saque de esquina y marcó, en el minuto 20. Un Özil despierto, que comenzaría a apagarse sucesivamente, intentó rebañar la pelota en dos intentos que exigieron de Valdés más velocidad. Mientras tanto, para Xavi o Busquet parecía imposible apenas acercarse a la pelota. La presión de Mou se hizo clarísima en un primer tiempo antológico que cerró con un gol de Messi en el minuto 45. ¿Alguno de vosotros pudo ver acaso el reloj? ¿Tiempo? ¿Qué fue de esa palabra durante ese brevísimo instante de euforia y carreras que duró el aquel instante?

Con Coentrão como titular ayer en el campo, Mourihno decidió emplear a fondo los matices de su fichaje más costoso. Cambió a Khedira, subió a Marcelo y movió a Di María para así retrasar a Coentrao.¿Acertado? .. Y aunque Pepe se aplicó en una defensa embrutecida y excesivamente tensa, Iniesta encontró más aire. El juego del Madrid ganó en tensión y perdió precisión. Ramos, ya demasiado a lo suyo -ese desboque típico del cuatro- intentó en el minuto 70 un cabezazo que de haber ocurrido le habría ganado los laureles que fue perdiendo en sus carreras locas. Fue entonces cuando Mourihno hizo saltar al terreno de juego a Higüaín y a Kaká. En ese momento, en el bar se escuchó el eterno murmullo de reproche hacia el Pipita. Mientras escucho ese soniso, pienso que el público prefiere a los chulos en lugar de aquellos que trabajan y se reponen, silenciosos, a sí mismos.

En el minuto 88, el juego es esa olla de manotazos. Y el empate de Benzemá precede el salto de Cesc, el retornado, y la irrupción de Keita. Pedro y Villa se marchan, Guardiola cede el ataque entero a Messi. Llegué a pensar que Guardiola cometía un error. Las baterías de Xavi parecían bajo mínimos -la presión había sido altísima- y llegué a pensar que Messi no podría solo. Pero, claro, ahí estaba el acertijo Fábregas. El cuatro recién llegado del Arsenal trazó una pared con Adriano. Fue gracias a ese muro como Messi armó un centro desde la derecha y cerró una Supercopa antológica: rápida, feroz, potente, incendiaria... y no por los golpes de la banda, ni por la vergonzosa y despechada falta de Marcelo que devino en el triste espectáculo de la banda (aunque eso pase por mencionar el lamentable incidente protagonizado por el técnico de mi equipo, José Mourinho, quien metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova). La Supercopa fue antológica por veloz, por rara, por sobresaltada.

No me gustan las certezas. Prefiero el fútbol y el desafuero. Los incendios a las quemas. Prefiero la llama al distrubio. Las ideas a los puñetazos. Las jugadas a las escaramuzas. Empieza la temporada, otra vez con este eufórico despecho. Serán, acaso, los hombres que vuelven... No lo sé.

domingo, 31 de julio de 2011

Mosca, pues, con el Málaga

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El jeque Al Thani ha invertido ya 100 millones en fichajes en el Málaga. Ningún equipo europeo ha gastado tanto este verano: 58,3 millones de euros, uno más que el Manchester United y el doble que el Real Madrid de Florentino Pérez. Taquilla, fútbol y medios: Ruud Van Nistelrooy, Joris Mathijsen, Jerémy Toulalan, Santi Cazorla, Isco, Naxto Monreal, Joaquín y Sergio, Sánchez y Diego Buonanotte. Si a eso se suman Pellegrini en el banquillo y Fernando Hierro como Manager General, el asunto huele a portada de Marca y recuerda, inevitablemente, al affaire Manchester City.


Hasta la fecha, el Málaga tiene en su palmarés dos séptimos puestos en la Liga, ambos en los remotos años setenta. Resurgió, en la temporada 1997/1998,de la segunda división B, y desde entonces, como un Lázaro con muletas, se levantó y anduvo (torcido, pero anduvo). En 2002 conquistó la Copa Intertoto , aquella que permite a los combinados jugar la Copa de la UEFA. Esto le convirtió en el primer club andaluz en conseguir un título oficial europeo.

Pero a la fanfarria le tocaría un momentáneo chupito de Quitapenas. El mismo año de la venta del Club, en 2006, el Málaga bajó a la segunda División. Con uno de los presupuestos más bajos de la Liga, intentó hacerse espacio en una jungla futbolera en la que el Barcelona aún no era monarca y los primeros galácticos todavía daban guerra. Fue así como, en 2008, Fernando Sanz, dueño del Club, marcha a Catar buscando inversores. Sanz consiguió, nada más y nada menos, que a un miembro de la familia real, el jeque Abdullah ben Nasser Al Thani.

El 11 de junio de 2010, tras semanas de negociación, el abogado y empresario catarí de 41 años se convirtió, primero, en máximo accionista, y luego en presidente del Málaga, que comenzó, otra vez, un lento ascenso hacia la cuesta del rescucitado. Tras la salida de Jesualdo Ferreira por Manuel Pellegrini (¿quién se acuerda del amable "Si me echan como a Pellegrini no iré al Málaga"de Mourihno?), el Club logró cinco victorias consecutivas en Primera División -un fato histórico en las estadísticas del Club-, entre ellas un empate en San Mamés que salvó el pellejo del equipo.

Desde entonces, el Málaga Club de Fútbol calienta motores. Crece el número de socios y aparecen proyectos para sustituir a La Rosaleda por el Qtar Stadium -con capacidad para 65.000 espectadores-. ¿Burbuja futbolera para suplir la pinchada pompa inmobiliaria? Eso está por verse. Sin embargo, resulta curioso la fragancia cosmopolita con la que la ciudad se perfuma en estos meses: una nueva -y algo marbellí- sede del Thyssen en pleno centro de la ciudad y un acuerdo de colaboración con la Unesco como principal patrocinador de la equipación "malacitana". ¿Málaga shula?

Eso está por verse.

miércoles, 13 de julio de 2011

Hoy importan otras cosas

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Hablar de un partido que no se ha visto entero jode, y mucho. El asunto empeora cuando te enteras, al día siguiente, de que a pocos minutos del final de ese mismo juego que no has visto completo, en una rara escaramuza de las ganas y después de estar con el agua al cuello con dos goles en contra, tu equipo empata. Y lo hace porque sí, con un fútbol a veces instrumental, pero porque sí. Y con eso me vale. Para llevarle la contraria a la derrota hace falta más que puntería; eso lo sabemos. Pero hoy, sinceramente, la técnica, para mí, es una anécdota.

En un país donde el béisbol y el baloncesto se imponen, La Vinotinto ha actuado siempre como una rara prótesis. Está ahí pero ...¿es de verdad? Creada en 1930 -aún en épocas de Juan Vicente Gómez- pero oficialmente debutante en 1938 -con el elegantísimo y castrense López Contreras, cuando el país se proponía dejar de ser una Hacienda-, La Vinotinto se acostumbró a llevar su borgoña con tanta discreción como dudas. El hecho de no haber participado nunca en una Copa del Mundo, además de contagiar la orfandad futbolera entre los venezolanos, nos hizo contraer un antipático escepticismo. Sin embargo, si tomamos en cuenta que Venezuela fue el último país en afiliarse a la Confederación Sudamericana de Fútbol, podríamos entrar en el razonable terreno de la prudencia y la esperanza.

Llegar a ser primeros de grupo con cinco puntos junto a la hoy algo descoyuntada Brasil en esta Copa América, colocándonos por encima de Chile y la defensiva Paraguay -un combinado que le dio problemas a la Roja en el Mundial de Sudáfrica-, parece motivo suficiente para creer que, al fin, un trabajo progresivo (en el que hay mencionar a Richard Paéz, técnico hasta 2007) se libra con alguna soltura.

Los trofeos no salen de la nada -mucho menos las clasificaciones mundialistas-, y por algo hay que empezar. El 9 de febrero de 2009, la selección venezolana en su categoría Sub-20 logró la clasificación a la Copa Mundial de Fútbol Sub-20, lo que significó la primera participación mundial de La Vinotinto en cualquier categoría de la FIFA. La falta de pedigrí parece sin embargo habernos quitado de una buena vez el miedo y dejarnos actuar como los que no tienen nada que perder. Y eso es lo que veo en mi brevísimo link de you tube, que esta mañana miro una y otra vez.

Futbolísticamente, el asunto Vinotinto pinta simple y a la vez desaliñado. Sí, Venezuela no juega muy acompasadamente, pero presiona de manera adelantada y tiene capacidad de acoplar, a su favor, el centro del campo. Además del nivel de los jugadores profesionales, que ha subido considerablemente debido a la presencia de muchos de ellos (Miku, Arango, Rondón, Jefrén Suárez, etc) en las ligas europeas. La selección no es perfecta. Pero es. Y hoy con eso me basta.

En el encuentro contra Paraguay, el primer tanto esperanzador ocurrió en el minuto cinco. Uno de José Salomón Rondón, jugador del Málaga en la Liga Española. Pero Paraguay se vino arriba y la remontada se convirtió en una necesidad. Y así fue. El segundo gol estuvo a cargo de Miku, jugador del Getafe. Sin embargo fue el tercero el tanto del arrebato, cuando Grenddy Perozo selló el asunto.

En una jugada de tres, todo ocurrió con la belleza de las cosas inexplicables. Juan Arango,actual centrocampista del Borussia Mönchengladbach y ex del Mallorca, colgó la pelota en el centro al área; el maracucho Grenddy Perozo anotó el gol y el desacertado portero contra la selección española, Renny Vega, quedó en el medio de este triángulo, al lograr el pase a Perozo con un desesperado cabezazo de quien se quiere quitar un sambenito: el de la derrota y el de mal jugador. Combinación gustosa, loca, afortunada. Para verla una y otra vez. El resto lo hablamos después, hoy lo importante es otra cosa. Ésa, ¿cuál otra?

jueves, 16 de junio de 2011

El affaire Kaká, ¿ó eu acuso?

L
El ocho del Madrid no quiere irse. Que no, y no, y no, y no, aunque Moratti se sobe las manos para meterle el dedo en el ojo al Milan después del puntapié de Ibrahimovic hace dos temporadas y, por supuesto, para dejarle las cosas bonitas a Bielsa, el que se supone que será su sucesor en el banquillo del Inter. Se acerca el verano y con éste la erótica de los fichajes... qué mejor y más rentable tragedia entonces para los tabloides deportivos que la del mediapunta brasileño, empeñado desde hace meses, y ahora más que nunca, en demostrar que no es eso que hemos visto sino el veloz y letal balón de Oro 2007 que enamoró a los rossoneros convirtiéndose en el secondo Bambino de Oro, uno de los fichajes más caros de la historia del Real Madrid.

Sin embargo, hoy, la ingrata afición se refiere a Kaká como el “cojo más caro del mundo” y algunos hasta sugieren quitarle el acento a la segunda a de su nombre. Y mientras Florentino Pérez se obsesiona en vestir de blanco a Neymar y José Mourinho reclama a Coentrao o Maicon, uno se pregunta, ¿qué le pasó al brasileño? ¿Desapareció su juego a causa de la lesión que le obligó a jugar infiltrado con la selección brasileña? ¿Se agotan los cracks como las puntas de los lapices? Sin duda alguna, además, la salida de Kaká a causa de su baja dio oportunidad a un todavía demasiado joven pero virtuoso Özil que supo enamorar al público del Bernabéu y controlar balones a favor del nunca suficientemente individualista Cr7. Pasan los días y la salida de Kaká del Club Merengue acapara titulares y calienta las quinielas. Al Real Madrid le vendría bien hacer caja con la venta de su segundo fichaje más caro. Aún así, no puedo evitar ver en Kaká un estropeado cromo, de esos que vuelan, a veces, al golpe caliente de un viento que deja resabios donde antes había euforias.