domingo, 2 de enero de 2011

¡Yo bostezo!

XX
Escena uno. El tedio de un hincha...
19 de diciembre de 2010. Jornada 16 de la Liga. Real Madrid-Sevilla. Uno-Cero. Espectador cansado mira una rueda de prensa preguntándose si los errores arbitrales también pueden enviar a un equipo a la Isla del Diablo. Entrenador aireado sostiene una larga lista de omisiones. La prensa sigue, muy atenta, el suceso. Lo hacen ese día y los siguientes. Que alguien defienda a su equipo, pide el técnico.

20 de diciembre de 2010. La prensa no se despega del míster luso. Y como al Capitán Dreyfus, imparten la condena o, si hace falta, más gasolina para animar la fogata (en la que asarán más salchichas para vender). Como si el asunto fuera importante, realmente importante -como si Merkel no existiera, por ejemplo- el técnico portugués del Real Madrid, ahora convertido en Dreyfus merengue, muta en bucle mediático. Hasta en la sopa.

21 de diciembre de 2010. Debates y tertulias deportivas se posicionan a favor o en contra del míster. Ruedan las imágenes del aludido. Permanentemente le veo alzar su mentón oliváceo, su rostro siempre bien bronceado. Dejo de hacer lo que hago. Levanto la vista sólo para verlo gritar J’accuse. Entonces... ¡sólo entonces!, a mí, por extravagancias menores –el paro, el aumento del 20% en mi pago como autónomo, las truculencias remotas que ocurren en mi país de origen- me da por gritar ¡Yo bostezo!
-Fin de la la escena-

Confesión Uno. Bostezo agresivo.
Me aburro. Algo extraño ocurre. Sintonizo un juego, ése, aquél. El que pasó. Hasta la jornada 16, asisto a la liga con la seria sospecha de estar lesionada. Apoltronada en la barra del bar en el que hasta hace poco podía fumar, miro el fútbol con gesto amargado. Tuerzo la mueca, para que nadie me interrumpa. No quiero hablar. Ni confesar mi credo en la variopinta feligresía futbolera. No me apetece que me cuenten que CR7 es un chupón. No voy a pelear, esta vez no, sobre el verdadero problema del Madrid –¡el medio del campo, joder, el centro del campo!-. Que no es Benzemá el problema, me gustaría gritarle al imbécil de enfrente. Por eso la cara de pocos amigos. Ponme otra clara… y cállate, ¿quieres? (me gustaría agregar, con esos modos de taberna que no poseo del todo, ¡Dios!). Entonces aparece una escaramuza en el área. Grito, me molesto. La barrera se mueve (Uyyyyyy). Tiro al suelo la colilla que hasta hace poco podía tirar y espero a que Cr7 cobre el tiro. Acaba el juego, espero al siguiente. Lo echa la Sexta, justo ahora. Miro al Barcelona. Apunto en mi libreta imaginaria un sombrero que he visto hacer a Pedro (ito). Me visto, de nuevo, con la cara de pocos amigos. No me apetece el monotema. Que si juegan de memoria. Que si así no se puede. Que si aburren por infalibles. ¡Déjenme ver el fútbol en paz. Por favor, en Paz!

Confesión dos. Bostezar versus
Acaba la jornada de fútbol del sábado por la noche. Amanece. Leo el Marca, el As, el Sport y el Mundo Deportivo que mi madre compra religiosamente (junto a El País y El Mundo), todos los días. Y entonces me vuelvo a aburrir, pero esta vez más. Todo lo visto la noche anterior se sintetiza, malamente, en cromos. "Di María salva al Madrid". "Otro recital". Y donde había fútbol ya no encuentro ni catenaccio. Pienso en retomar el blog, éste, pero no me apetece teclear una palabra al respecto. Mientras leo El sueño del celta escucho, al fondo, el resumen de jornada de la Sexta. Y venga a hablar de Mourihno. Mou con libreta. Mou versus Valdano. Mou a la diestra de Di Stefano. Mou y los valores del Club. Mou y el vestuario. Y así estamos, una semanita, antes de Navidad, despachándonos -sin bacalao-al luso. Y yo me pregunto, pero… ¿y el fútbol? ¿cuándo vamos a hablar de fútbol?
X
Bostezo. Paso los canales, días después, en casa de mi madre. Ella no lo sabe aún –se enterará cuando lea esto-, pero cada día me cuesta más hablar de fútbol en familia. Su reciente afición al programa Punto pelota, de la cadena Intereconomía, separa cada vez más nuestras anteriormente civilizadas conversaciones, por acaloradas alharacas en las que ya no hablamos de fútbol, sino de lo que los periodistas creen que es fútbol. Las vacaciones de Messi. El humor de Mou. La manita sí. La manita no. El altavoz en el pecho de Mou, que da a la prensa lo que quiere: ruido. ¿Y el Villareal, y el Valencia, y el Espanyol? Podríamos hablar de Pochettino. Mi madridismo intenta resistir a sus propios fororos –Roncero, ¿por qué no te callas?- y mi aprecio por el juego culé comienza a disolverse en la acetona fanática de sus propios odiadores. Regatearle el balón de oro a Iniesta no es un desatino. Es, simplemente, hacer sudoku con el centimetraje.

Confesión tres. Bostezo paleto.
Al día siguiente del boxing day, rebusco la prensa deportiva. Otra vez sin ninguna esperanza. Confirmo lo que no he podido ver en la tele. El Liverpool no pudo jugar contra el Blackpool a causa de una helada que convirtió el campo en un sorbete. El encuentro entre ambos equipos de la liga inglesa quedó suspendido para el próximo 12 de enero. No me he perdido de nada, pienso, mientras me como una aceituna. Esa mañana picoteé las páginas deportivas, buscando algo más de información de la premier. Pero además de eso nada. Y aunque Torres debería dar de qué hablar, veo poco entusiasmo. Poco Niño y mucho Mou. Otra vez. Pasan los días. Leo en el As un reportaje entero sobre el retraso del vuelo de Mourihno desde Nueva York hasta Madrid. El 75% de la noticia es un cable de Europa Press sobre el estado de los Aeropuertos en Estados Unidos, el resto es especulación. Mourihnología. En la clasificación de la Premier, los Reds siguen mal y aunque Torres haya marcado ante el Bolton en Anfield, no veo mayores comentarios. Los Diablos Rojos arrastran 25 puntos y el noveno en una clasificación de dieciocho, pero más puede el canapé del vestuario madridista en esta merienda de deportistas monotemáticos. Bostezo.

Epílogo (sin cura y sin confesor) Días sin tabaco y … ¿sin fútbol?
Quiero ver fútbol. Leer fútbol. Hablar de fútbol. No de Mourihno. Tampoco del humor salarial de Pepe, ni de los mimos a Messi, tampoco de las tesis acerca de las postcolonias europeas en el mundo del fútbol ni mucho menos de los besos del Capitán a la señorita Carbonero. Mañana volveré al bar. No llevaré tabaco –para qué, si no podré fumar. Me sentaré, Dios quiera, a esperar el regreso de Kaká (pero no la marcha de Özil, espero). Me sentaré, por eso de las patrias, a esperar a que Miku haga un buen partido. Me sentaré, por todos los Santos y de una buena vez, a rezar para que esta lesión no sea grave, para que el bostezo se disipe y el fútbol regrese al lugar del que nunca debería de haberse ido.

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