sábado, 5 de marzo de 2011
«No os riáis, ¡he venido para quitaros el puesto!»
Sus goles me ponen de muy mal humor, casi tanto como los del rival. Está claro que prefiero los tantos de Karim Benzemá a la derrota. Aún así, no distingo un ridículo del otro. No sé qué es peor, si retirarse con el marcador a cero, o necesitar de las ortopédicas y dificultosas maniobras del francés para no irse con las manos vacías. Así pensaba del 9 blanco hasta que lo vi marcar en el minuto 62 contra el Málaga. Un gol impresionante. Su némesis futbolítsica. Rápido. Elegante. Eficaz.
Es cierto que el ex jugador del Lyon ha comenzado una lenta redención futbolística de la mano de José Mourinho. Pero... ¿será suficiente?, ¿será cierta su lucidez? ¿Cuánta gasolina proveniente del ex City hay en ese sprint del nueve merengue? Durante la temporada 2009-2010 los números de Benzemá fueron nefastos. 13% de efectividad en 27 partidos de liga, con 160 balones perdidos y apenas 9 recuperados. El hecho de que hubiese marcado 8 goles no maquillaba su poca destreza en el campo.
La lesión del Pipita durante la temporada 2010-2011 pareció un quiebre en el desempeño del francés, sobre quien, al saltar al campo, comenzaron a volar, rápidamente, los zopilotes de la prensa, MARCA el primero y más voraz de ellos. Benzemá comenzaba a parecer una presa de titulares y la diana favorita de la antipatía madridista. Sin embargo, en espasmódicos y torpes movimientos, el nueve puso en marcha su pesada y patosa humanidad para hacer triplete contra el Auxerre y marcar contra el Ajax. A cada tanto del francés, los palmeos amistosos, casi condescendientes de sus compañeros de equipo, que le tratan más como a una mascota que como a un delantero.
Símiles a un lado, el francés parece estar sacudiéndose con fuerza, para quitarse las sospechas que llovían sobre sus hombros a cántaros hasta hace unos meses. Lo hizo contra su ex equipo, el Lyon. Y hace escasos días, en el concierto que el Madrid le propinó al Málaga, parece que el jugador, por una vez, hubiese podido tapar sus oídos al ruido de la canalla y concentrarse, al fín, en una sola cosa. El balón.
En el minuto 62 de un Málaga vencido de antemano -Mourinho pega antes de saltar al campo, y Pellegrini fue el sparring esta vez-, Benzemá aprovechó muy rápida y elegantemente. Resolvió de cabeza, en el área pequeña, gracias a un pase de Marcelo. No fue sólo la quinta Diana del Madrid esa noche, no. Fue la oportunidad de Benzemá para sembrar la duda en quienes aún le ven -le vemos- como un mastodóntico y desvalido lionés perdido entre una horda de normandos.
Benzemá tenía apenas 9 años cuando se incorporó a la academia de juveniles del Olympique Lyonnais. El chico, de origen argelino, que vivía en Bron, un pequeño pueblo cercano a Lyon, consiguió anotar 38 goles en una temporada con el equipo sub-16 y 12 goles en 14 partidos con el equipo sub-18, lo que le valió ser convocado inmediatamente a la categoría juvenil. El ascenso futbolero del chico que vivía en un barrio humilde con sus padres y sus ocho hermanos hablaba, porqué no, de un Zizú. ¿Qué tanto queda de ese chico en este hombre de melancolía presidiaria y castellano torpe?
Al momento de su fichaje por el Madrid, Benzemá era el garҫon mimado del fútbol francés. Viéndolo ahora esperar su turno en el banquillo, uno se pregunta... ¿Qué le pasa por la cabeza? Esa estampa de niño atrofiado. Su barba azul y delincuencial. Su rasurada cabeza. ¿Quién es, a fin de cuentas, este taimado delantero?
Se sabe de memoria, dicen, todas las letras del rapero francés Rohff (Rimeur Original Hardcore Flow Fluide). Se dice, también, que cultiva una estrecha amistad con Mc. Que siente sus letras de destrucción y muerte casi como si hablaran de él. Ambos han tenido problemas con la justicia, ambos se han dado de golpes -uno contra un balón, otro contra el micro- y ambos están en el centro de una arena pública que les llena los bolsillos de dinero, ¿a cambio de qué?
No puedo comprobar el dato, pero cuentan que cuando fue convocado por el entrenador del primer equipo Paul Le Guen, siendo apenas un adolescente, Benzema, tuvo que presentarse antes sus nuevos compañeros en el vestuario. Cuando entró, escuchó risas a su alrededor. "No os riáis, ¡he venido para quitaros el puesto!", soltó como quien escupe o demarca territorio, una frase hecha del mismo material con el que se construyen los minutos 62 con el que se calla la boca a una grada.
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