miércoles, 4 de mayo de 2011

Con fútbol y sin árbitros, por favor



"Un honrado, pero muy plano, ejercicio del Madrid sólo le permitió salvarse de la derrota y pensar en la proeza. ... No pasó de ahí, de una ficción demasiado atrevida para un equipo que sólo remató una vez (...) Para convertir la ficción en realidad hace falta mucho más que puntería en un remate. Hace falta juego, ideas, atrevimiento. De todo tuvo poco. O nada"
Santiago Segurola. Diario Marca. 04 de mayo de 2011.


Miguel venía a mi lado en el metro esta mañana. Vestía uniforme de cole. Pantalones color gris, jersey de punto azul marino y unos desgastados zapatos de piel, también azules. Tendría siete, ocho años. No más.

Iba molesto Miguel, tanto que hasta me pateó un par de veces antes de llegar a la estación Alonso Martínez. “¡Es que le han dejado tirar. Le han dejado!”, dijo a manera de justificación cuando su madre le reprendió. “¡Hijo, por mucho que te guste el Madrid... Si este año y el anterior le han escogido a ese señor, al Messi, como mejor jugador, será por algo!”, agregó tratando de hacer entrar en razón a su hijo. Pero era tarde. El chiquillo intentaba ahora ahorcar a su hermana mayor, quien se burlaba del derrotado Madrid de nuestros amores. El suyo y el mío.

Por solidaridad con Miguel, para que no le doliese tanto la ida al cole, doblé el Marca de manera tal que el chico no pudiese ver la instantánea de Iker Casillas palmeándose el rostro. Pero ya era muy tarde. Miguel estaba tan inconsolable como fuera de sí. “¿Pero por qué no puede jugar Zidane, por qué?”. “Porque está retirado, hijo. Y deja ya de patear”. “¡Jope, mamá, pero si todavía juega en amistosos...! ¿por qué no puede volver a jugar en el Madrid?

Creo que hoy más de uno, sin uniforme de cole y con bastantes más años que Miguel, se ha levantado dando coces y planteándose preguntas absurdas sobre un equipo al que nunca estamos dispuestos a darle suficiente tiempo. Porque el Real Madrid más que un equipo, es un mal de amor. Una continua resaca de conquista y despecho. Es un ejemplar de conquista único, un portento de rasgos y exóticas bellezas al que, de pronto, en medio de una conversación, se le olvidan las normas elementales del cortejo y piensa que atrincherándose en su silla se hará más hermoso, más admirable.

Yo, como Miguel, zapateo con mis deformes botas de caña. Y aunque lo llevo tan claro como él -sí, es verdad. ¿Por qué no puede jugar Zidane?- me quedo con las pequeñas y hermosas cicatrices que ha dejado el fútbol en el partido de vuelta de la seminifinal de la Champion League 2011.

Un paraguas de Móstoles para la lluvia catalana

El de ayer no fue, gracias a Dios, el partido de liga. Tampoco el de Copa. Y mucho menos, por todos los Santos, la lastimera ida en el Bernabéu. Fue un partido digno en el que los merengues hicieron los deberes. Aunque la dignidad, en este caso, no fue suficiente.

Hubo sí, un planteamiento más ofensivo en el que desafortundamente ni Kaká ni Higuaín pudieron ponerse al día. Su estado físico no se los permitió. Lentos, discretos, a veces invisibles. En especial el brasileño, sustituido por un no mucho más brillante ni veloz Özil, que permaneció también desconectado en ese partido.

Ejemplar, con problemas en la defensa, pero ejemplar, estuvo Marcelo. El lateral hizo lo que siempre. Dar enloquecidas carreras ofensivas, y bajar a mil por hora para recuperar balones, ayudando a Xabi por las bandas y asistiendo a Cristiano Ronaldo, de manera muy intensa sobre todo, en los primeros 15 minutos de juego.

Lass Diarra realizó también un trabajo defensivo de tanque. No dejó a Xavi moverse ni un instante. Lo cual favoreció de manera importante que el resultado no abultara y que Iker Casillas no tuviera mucho más trabajo del que ya tuvo.

La alineación, sin embargo, se ensució. La máxima se confirmó. El Barcelona gana teniendo la pelota. Y sin ella. Así quedó demostrado. A pesar de que la posesión culé fue de 89%, la forma en que tuvieron que manejarla, sin embargo, fue completamente distinta. El de anoche no fue un Barcelona que pudiese jugar chupándose los dedos. Sin embargo, acostumbrados como están a rociar fútbol, no necesitaron de mucho espacio para dar un golpe de aerosol.

Minuto 53. Cadeneta de pases. Una trenza. Primero de Valdés a Alves. Luego, el pase del brasilerño a Iniesta, quien resolvió en un pase en profundidad a Pedro. Un movimiento que activó otros, empujando espacios hasta llevar la pelota en pasillo y hacerla pasar por el costado de Marcelo. Lo curioso de este gol, aún así, no es el remate del canario sino la cocina del chico de Albacete, que aprovecha el balón que viene, problemático, lo convierte en tiralínea y ve diana finalmente en el minuto 54.



La jugada, fiel al repertorio del Barcelona, vio el ángulo donde los blancos no podían calcularlo. Casillas no pudo esta vez parar el remate de izquierda de Pedro. Venía ya el Capitán de atajar en el primer tiempo un tiro cruzado de Messi, un disparo de Villa y otro derechazo del argentino, este último, un balón raso que Casillas detuvo en el minuto 36 luego estirarse con los dos brazos para sacarlo de su ya casi segura entrada.

Goles blancos, ¿o transparentes?

Diez minutos después, en el 63, un ausente Di María -marcado a fuego por el incombustible Puyol- emocionó a los que ya rezábamos con un tiro al palo de Valdés y en lugar de aprovechar el rebote para intentar un segundo gol, el argentino controló el balón y lo envió a Marcelo. El lateral no perdió la oportunidad. Habría sido el segundo del Madrid. Eso, sin duda.

Hablar de los árbitros es una discusión compleja, que entra y sale de lo futbolístico de la misma forma que el viento, la lluvia, el humor de Zeus o cualquier otra antología de los imponderables. Que a estas alturas nos aferremos a esa discusión me parece comprensible, pero no decisiva. Hay un centro del campo que lleva años desaliñado y seco, una sequía en la cocina futbolística, un juego roto que sigue resolviéndose en la fórmula de la carrera enloquecida que agota a los jugadores y deja el juego en la marea de las individualidades.

¿El gol anulado por el árbitro era válido? Sin duda. Nadie hace faltas con las espalda. Y fuera de juego no era, así que error arbitral fue. ¿Podría eso haber cambiado las cosas? Sin duda, como las podría haber cambiado el haber hecho un mejor partido en casa en lugar de dejarnos meter dos goles. ¿Que la expulsión de Pepe entonces nos condicionó en la ida? Claro ¿Y por qué no prever un juego más creativo ante los que es hoy día uno de los equipos más complejos y exquisitos del mundo?

Entonces cualquiera de nosotros podría patalear y decir... ¿Y porqué no puede jugar Zidane? Si de imponderables hablamos, pues podríamos incurrir en desatinos varios, desde dar patadones hasta formular hipótesis absurdas. Yo podría se Miguel por un día, quizás dos, incluso tres. Pero algún día tendría que volver a la oficina y recuperar argumentos, ponerme la pesada y gruesa americana de la realidad en lugar de los destrozados mocasines de recreo. Alguna vez tendría que hacerlo. ¿No?

3 comentarios:

  1. Qué vergüenza de eliminatoria que atraco al REAL en los 2 partidos lamentable no he visto una cosa igual
    Un Saludo

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  2. buena crónica. Mucho mejor que la mía!!! Yo todavía estoy tan cabreado que tenía que desahogarme. Quizás en los próximos días haga algún ejercicio de autocrítica. Saludos.

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  3. Bueno Damokles...¡ vendrán tiempos mejores!

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