miércoles, 8 de septiembre de 2010

Lecciones para una resurrección


Después del 0-4 del Argentina –Alemania en el Mundial de Sur-África , el amistoso de la selección albiceleste contra España en el Monumental de la avenida Núñez fue una resurrección.
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No bastó una España campeona e ineficaz; una España campeona pero justita, campeona pero aburrida, campeona pero sin bandas, ni defensa, ni punto culminante. Tampoco se trató de una España para hacer leña, pero sí de una Argentina que volvía de la muerte.
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Durante los noventa y tres minutos del amistoso, Argentina se levantó del diván de sus ensoñaciones y abandonó la terapia del padre autoritario de Villafiorito. Relevado en su papel de Dios que decomisa dones, Maradona quedó en esta selección como un aspersor de lágrimas y despropósitos, alguien a quién purgar. Y a juzgar por lo ocurrido anoche, parece que Checho Batista supo la forma correcta de hacerlo.
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Batista no sólo recuperó al Messi veloz del primer tanto, sino también a los centrocampistas Banega y a Cambiasso, quienes al ubicarse como volantes por arriba de Masccherano, alimentaron el juego permanentemente tal y como quedó demostrado durante los primeros 15 minutos del partido: la dentellada del Apache en la zona de La Roja, el avance libre y descargado de Messi que estrelló la pelota en la red de Reina, y el gol del insatisfecho Pipa, que marcó el segundo tanto.
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Pegada y cierre en lugar de los patadones y las vergüenzas de Ciudad del Cabo, además de la impecable defensa de Milito y Zanetti. El desafortunado resbalón de Pepe Reina aprovechado velozmente por Tévez, que le dio el tercer tanto a los argentinos, amén del fuera de juego de Di María -que redujo el repaso de cuatro a cinco-, mostraron un partido que carburaba en las botas argentinas como hacía tiempo no se veía.
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Que la salud futbolística argentina pase por el brillo de la estrella dorada en la camiseta de la selección de España no cae en gracia en las crónicas deportivas de la prensa española, pero en el fútbol -como en el psicoanálisis- ningún césped es inofensivo. España todavía se estrena como campeona, aún no sabe que a los vencedores les toca, de vez en cuando, como esta vez a los argentinos, aprender a resucitar.

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